Page 30 - COLOMBIA:
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modelo social excluyente ha fracasado, aunque cada día sientan más
cerca las lenguas del caos.
Altos ingresos y cartas de crédito y clubes y lujosos centros comerciales
donde se puede vivir por un rato como en Nueva York, y a donde no llega
todavía la violencia de los miserables y la brutalidad de las mafias les
garantizan la conveniencia del modelo. No se preguntan por qué las
gentes acomodadas de otros países no tienen que conformarse con
pequeños guetos residenciales y comerciales sino que pueden andar por
sus ciudades y por sus campos disfrutando plenamente del mundo. Se
han resignado a vivir tras los muros y no ignoran que algo está podrido
en el mundo que tan celosamente defienden.
Pero gradualmente el país se ha hecho inhóspito y difícil aun para los
que siempre se lucraron de él; la postergación de las reformas y la
renuncia al Proyecto Nacional han vulnerado tanto a la población, que ya
hasta los dueños del poder se quejan del país que hicieron.
Existen hoy en el territorio más de 400 personas secuestradas, y los
presentadores de noticias nos despiertan en las mañanas a la pesadilla
de recordar que vivimos en un país sitiado por guerrilleros,
narcotraficantes, paramilitares, autodefensas, milicias populares y
delincuentes comunes.
Los dueños del país tienen que sentir alarma ante esto que no han
sabido evitar con su poder. Esos millones y millones de pesos que nunca
fueron capaces de invertir en evitar los males de la pobreza, los tienen
que gastar en armas para reprimir a los hijos del resentimiento y de la
miseria. Como es su costumbre, olvidan que ellos tuvieron siempre el
derecho y el poder de hacer y deshacer a su antojo, y acusan al pueblo
de ser el causante del caos.
Leemos en los grandes diarios, cuyo esfuerzo persistente por disimular
el horror y cuya renuncia culpable a ser la conciencia crítica de la
sociedad han sido por décadas el sedante de la opinión pública, que el
país ha perdido sus valores, que se han deteriorado la moral y las
buenas costumbres. Pero, como decía Bernard Shaw, hay momentos en
que el pueblo no necesita más moral sino más dinero. Tener con qué
comer no garantiza que alguien se porte bien, pero no tenerlo
francamente exige que uno se porte mal.
Los responsables del drama empiezan a exigir que sean las víctimas
quienes arreglen lo que la codicia ha dañado, exactamente a la manera
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