Page 20 - COLOMBIA:
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condiciones mínimas de dignidad, permitió el crecimiento y la
proliferación de cinturones de miseria alrededor de las ciudades, y
persistió en la vieja actitud señorial de no considerar que el Estado
tuviera deberes frente a los pobres, de modo que le bastó con estimular
campañas privadas de caridad. Nadie podía advertir entonces que en el
auge de campañas como El Minuto de Dios, las granjas de beneficencia
y las "teletones", con enorme despliegue y difusión, lo que se ocultaba
era la incapacidad o la indiferencia del Estado para cumplir prioritarios
deberes sociales, y su creciente hábito de dejar en manos de los
particulares no la solución, sino el esfuerzo por mitigar los dramas de la
pobreza y del desorden social.
Todo lo que somos socialmente desde entonces es fruto del Frente
Nacional. Los sectores sensibles lo deploraron en su hora como una gran
derrota. Un sector del liberalismo, el MRL, lo combatió vigorosamente, lo
mismo que el movimiento literario de los Nadaístas. Hay páginas
memorables de Gonzalo Arango en las que cuenta que el Nadaísmo
existió porque había muerto Gaitán, que un movimiento rebelde y
excéntrico como el Nadaísmo había sido necesario porque se había
destruido la esperanza de un pueblo, y que si Gaitán hubiera triunfado
los Nadaístas habrían sido jóvenes normales dedicados a construir a su
lado un gran país.
Pero en su momento los colombianos no advirtieron el terrible mal que
representaba para Colombia el pacto aristocrático, por el cual se
sepultaba de un modo oficial el derecho popular a expresarse
políticamente. Ahora nos resulta increíble que se pudiera hablar de
democracia mientras se prohibía expresamente la existencia de partidos
políticos distintos de los oficiales. Mientras se condenaba al país a un
bipartidismo que además era puramente aparente, pues desde hacía
mucho tiempo las palabras liberal y conservador habían perdido en
Colombia todo contenido programático, toda huella de un pensamiento o
de una idea, y se habían envilecido hasta ser tan sólo dos maneras
hereditarias de odiar a los semejantes.
Después de la revolución cubana, la política hemisférica exigió que los
ejércitos de América Latina cambiaran sus prioridades de defensa de las
fronteras por lo que llamaron "seguridad interna". Así se institucionalizó
uno de los fenómenos más aberrantes del siglo.
Cuando nuestros países requerían acceder a la democracia real y
madurar políticamente, una teoría perversa según la cual los
latinoamericanos no estábamos maduros para la democracia,
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