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--Sí -dice-. Aquello ocurrió ante mi vista.
Y se estremece.
--Él estaba lo-lo-loco -dice Bill.
Y piensa: "El solo hecho de que Henry fuese con un chiflado como Patrick
Hockstetter al avanzar el verano es revelador. O Henry estaba perdiendo parte de
su encanto, de su atractivo, o su propia demencia había progresado tanto que el
chico Hockstetter le parecía normal. Ambas cosas llevan a lo mismo: la creciente...
degeneración de Henry. ¿Sirve esa palabra? Sí, teniendo en cuenta lo que le
sucedió y dónde terminó. Hay otra cosa que apoya esa idea", se dice Bill, pero
todavía la recuerda apenas vagamente. Él, Richie y Beverly bajaron al local de
Tracker Hermanos a principios de agosto; los cursos de verano que habían
mantenido a Henry más o menos lejos de ellos estaban a punto de terminar. ¿Y
Victor Criss no había ido a hablarles? Sí, en efecto. Por entonces las cosas se
acercaban rápidamente a su fin y Bill piensa que todos los chicos de Derry lo
presentían; más que nadie, los Perdedores y el grupo de Henry. Pero eso había
sido después.
--Oh, sí, en eso tienes razón -dice Beverly-. Patrick Hockstetter estaba chiflado.
Ninguna de las chicas quería sentarse a su lado en la escuela. Una estaba
tranquilamente sentada, haciendo sus tareas y de pronto sentía una mano... casi
tan liviana como una pluma, pero caliente y sudorosa. Carnosa. -Traga saliva y su
garganta emite un pequeño chasquido. Los otros la observan con solemnidad
alrededor de la mesa-. Una la sentía en el costado o sobre el pecho. Claro que
ninguna de nosotras tenía mucho pecho por aquel entonces. Pero a Patrick no
parecía interesarle eso.... Una sentía ese... contacto y se apartaba con un
movimiento brusco, volviéndose. Y allí estaba Patrick, sonriente, con sus grandes
labios carnosos. Tenía una caja lápices...
--Llena de moscas -dice Richie bruscamente-. Ya sé. Las mataba con una regla
grande, verde, y las guardaba en su caja de lápices. Hasta recuerdo cómo era esa
caja: roja, con una tapa de plástico con ondas blancas que se abría deslizándose.
Eddie asiente.
--Una se apartaba. Y él, con una gran sonrisa, solía abrir la caja de lápices para
que uno pudiese ver esas moscas muertas -prosigue Beverly-. Y lo peor, lo más
horrible, era el modo en que sonreía, siempre sin decir nada. La señora Douglas lo
sabía, porque Greta Bowie lo había delatado, y creo que también Sally Mueller dijo
algo. Pero... creo que la señora Douglas también le tenía miedo.
Ben se mece hacia atrás, sobre las patas traseras de la silla, con las manos
entrelazadas detrás del cuello. Beverly no puede creer que esté tan delgado.
--Estoy seguro de que tienes razón -dice él.
--¿Q-q-qué le p-pasó, Be-beverly? -pregunta Bill.
Ella vuelve a tragar saliva, tratando de luchar contra el poder de pesadilla de lo
que vio aquel día, en Los Barrens. Iba con sus patines atados y colgados del
cuello sintiendo todavía una punzada en la rodilla que se había golpeado al caer
en el pasaje Saint Crispin, otra de las cortas calles arboladas que terminaban, sin
salida, allí donde la tierra descendía -y desciendeabruptamente hacia Los Barrens.
Recuerda (oh, qué claros y potentes son esos recuerdos cuando vienen) que
llevaba puestos unos pantaloncitos cortos, demasiado cortos, en realidad, porque
apenas le cubrían las bragas. En el último año transcurrido había cobrado mayor