Page 194 - LIBRO LA NCHE TRAGICA SANTACRUZ
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184                                La trágica noche de Santacruz



          Hubo un episodio en la capital cruceña, y especialmente en Inteeso,
          que marcó el rumbo en la vida de Euclides Santacruz. La triste his-
          toria de Richard y Katty, como vulgarmente se conoció esta bullada
          historia. Richard Sepúlveda era un alumno aventajado en la carrera
          de Arquitectura en Inteeso. Había arribado de Santiago desde Chile.
          Tenía pocos amigos, era un estudiante ordenado en sus estudios, me-
          tódico, no consumía bebidas alcohólicas, no se le conocía enamorada
          y se supo que sus padres eran estrictos, demasiado estrictos. Los fines
          de semana prefería ir a las playas del Piraí a caminar para combatir
          al estrés, leía los clásicos de la literatura y había tomado con mucha
          seriedad los estudios, rechazaba las invitaciones a veces sugestivas
          de sus compañeras de clase.

          En tres años de estudio en Inteeso nunca se lo vio en alguna fiesta,
          encuentro o confraternización con sus compañeros de aula. Nadie le
          inculcó la frase “El hombre es el arquitecto de su propio destino”,
          simplemente él se tomó el estudio con mucha seriedad y esmero.
          Todo marchaba sobre ruedas hasta que un día la gota rebalsó del vaso.
          Una de las compañeras de estudio de Richard Sepúlveda, Emilia
          Freire, le confesó que una amiga de ella quería entablar amistad con
          él, “mi amiga prefiere que la llames Katty y nada más. No sé, ella es
          una amiga de años y creo que nada perderás si la conoces”. Nunca
          se supo si Emilia le dijo la verdad sobre el comportamiento de Katty,
          hasta que un día viernes luego de finalizar sus habituales clases, Emi-
          lia y Richard abandonaron las instalaciones de Inteeso y encontraron
          a Katty en la calle a bordo de un auto Mazda convertible. -“Ella es
          Katty”– dijo Emilia, mientras se saludaban con la mano los recientes
          amigos.

          -¿Los acerco?,  preguntó Katty. Luego, los tres a bordo en el lujoso
          y costoso coche recorrieron por varias calles y después se vieron en-
          vueltos en una multitud de jóvenes que comenzaban a festejar el vier-
          nes de soltero casi al final de la avenida San Martín. Fue allí cuando
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