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sentimientos a los demás no tiene una repercusión o respuesta positiva del
                entorno más cercano. Crecen pensando que sus emociones y sentimientos no

                son  importantes  para  las  personas  más  próximas  y,  por  tanto,  reprimen  y
                anulan mucho de lo que sienten.  Prefieren no  depender  emocionalmente de
                nadie. Un signo con el que se puede reconocer a estas personas —¡incluso
                desde  joven!—  es  que  parecen  pequeños  señores:  muestran  una  imagen  de
                independencia  y  madurez.  Esa  frialdad  emocional  a  veces  se  traduce  en

                personas que tratan con aires de superioridad a otros, con cierta soberbia,
                cinismo o dureza.
                   Estas personas presentan dificultad para establecer vínculos sanos con los
                demás  y sufren profundamente  por ello. Desde fuera dan  una  impresión de

                personas fuertes e independientes, pero muchas veces se trata de una coraza
                detrás de la cual existe una profunda inseguridad. Este apego no deja de ser
                un mecanismo de protección para no sufrir más.
                   Suelen tener problemas a la hora de gestionar sus emociones o expresarlas.
                Suelen ser alexitímicas: personas con dificultar para hablar o compartir su

                mundo emocional. Por tanto, cuando alguien se aproxima o intenta entablar
                una relación más íntima, no saben gestionarlo y sufren por ello.
                   Les  cuesta  mostrar  realmente  cómo  son  y  prefieren  controlar  lo  que
                expresan, usando más la cabeza que el corazón. Tratan a veces al otro como

                en un manual y no como les dictan los sentimientos.
                   En el experimento de Mary Ainsworth, la clave estaba en que estos niños
                se mostraban indiferentes cuando su madre se alejaba de la habitación y no
                expresaban alegría a la vuelta de ella. Incluso evitaban la cercanía con sus
                padres,  pero  siempre  sin  mostrar  emoción.  Lo  importante  es  saber  que

                internamente  sí  estaban  somatizando  —conducción  dérmica,  taquicardia  y
                niveles de cortisol elevados en los momentos donde se alejaban sus padres
                —.
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