Page 117 - Encuentra tu persona vitamina
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Roberto  padece  ataques  de  ansiedad  frecuentes.  Ha  realizado  múltiples  terapias  e  incluso  estuvo
                  ingresado en un hospital por adicción grave a las drogas.
                    —Tuve  una  infancia  traumática  —cuenta—,  mi  padre  dejó  embarazada  a  mi  madre,  pero  él  ya
                  tenía  hijos  de  varias  mujeres  distintas.  Soy  su  quinto  hijo.  Siempre  ha  llevado  una  vida  muy
                  desordenada. Mi madre era de origen humilde, muy guapa, y mi padre se encaprichó de ella en una
                  feria  del  pueblo.  Cuando  se  enteró  de  que  estaba  embarazada,  la  abandonó.  Ella  trabajaba  de
                  camarera en una discoteca y muchas veces llegaba tarde o no llegaba, y esas noches me quedaba con
                  una vecina. Cuando cumplí siete años mi padre quiso conocerme y, como tenía más dinero, mi madre
                  aceptó que pasara algunos días con él. Fue un infierno, yo era pequeño, pero recuerdo que cada día
                  había  mujeres  diferentes  en  la  casa.  A  los  doce  años,  una  noche  me  quedé  solo  esperando  a  que
                  llegara. Me llamó, esto es algo que no he olvidado nunca, me puso al teléfono con una mujer que me
                  dijo: «Esta noche tu padre se queda conmigo». Sentí un vacío terrible. En el barrio donde me crie un
                  grupo de chicos me aceptaron y me hicieron sentir importante, pero las drogas estaban muy presentes
                  y comencé a consumir cocaína.

                   Roberto lo narra sin gran emoción. Las chicas y las drogas han sido sus

                vías de escape. Es consciente de que gusta físicamente a las mujeres, pero es
                incapaz  de  ser  fiel  y  de  tratarlas  bien.  Le  han  despedido  de  dos  trabajos
                porque tiene mala relación con los compañeros.
                   Trabajar con él supone un reto. Por un lado, ayudarle con los ataques de

                ansiedad constantes a la vez que va dejando el consumo de drogas. Lo difícil
                es desarticular su sistema de apego tan dañino e inseguro. Cree que nunca ha
                conocido  a  alguien  que  fuera  una  buena  influencia.  La  clave  de  la
                recuperación  ha  sido  encontrar  un  grupo  con  el  que  encajar  y  realizar
                actividades  deportivas,  viajes  y  tocar  un  instrumento.  Sentirse  parte  de  un

                grupo  sano,  con  gente  buena  y  que  le  acepta  le  ha  ayudado  a  encontrarse
                mejor. De momento, no está preparado para tener pareja, al menos hasta que
                lleve una vida más ordenada.
                   Los  padres  o  cuidadores  tóxicos  provocan  en  el  niño  un  dolor  terrible.

                Estará en cierto modo rodeado de una malla donde se quedará activado a lo
                largo de la vida su sistema de alerta —¡cortisol!—. Sus vías de escape serán
                consumo  de  drogas,  problemas  con  la  sexualidad  y  trastornos  de  ansiedad
                severos,  pudiendo  aparecer  otros  trastornos  psicóticos  —incluso
                esquizofrenia— y cuadros disociativos.

                   Es  fundamental  la  presencia  de  un  terapeuta  capaz  de  comunicarse  de
                forma firme, directa y con delicadeza. En ocasiones he tenido pacientes de
                este  perfil  y  he  realizado  una  labor  conjunta  con  mi  padre.  Entre  ambos
                aportamos  una  mezcla  que  estabiliza  al  paciente  y  decidimos  qué  aspectos

                trata con cada uno.
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