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CÓMO SANAR LAS HERIDAS CICATRIZADAS,
MAL CURADAS O UN APEGO INSEGURO
Cuando un paciente acude a consulta me puedo enfrentar a distintas
situaciones. La primera es encontrarme con una persona que tiene una crisis y
que solicita ayuda para resolverla
—una depresión grave, un problema de ansiedad, una crisis de pareja…—.
Esta puede estar motivada por algún aspecto concreto de su vida: sufre
relaciones complejas con gente de su entorno, presenta un trauma que no ha
logrado superar, padece miedos y fobias incontrolables, está atravesando una
pérdida… Por otro lado, existen pacientes que ansían hallar herramientas
para analizarse, comprenderse y gestionarse mejor porque se dan cuenta de
que existen temas de su día a día que no funcionan como deberían. Otros
reconocen que el vacío interior que padecen les conduce a comportamientos
que acaban convirtiéndose en vías de escape —drogas, alcohol, adicción a
las redes, al sexo…—.
En definitiva, algunos acuden porque las circunstancias son adversas y no
pueden gestionarlas, y otros porque, a pesar de que las cosas, en general, les
van bien, describen un vacío y una insatisfacción global —«No puedo
quejarme, no tengo grandes problemas, estoy seguro de que existe gente más
grave que yo que debería estar aquí, pero teniendo todo lo que tengo, ¿por
qué no soy feliz?»—. Estas personas tienen probablemente algo que no les
hace disfrutar; puede ser su perfeccionismo, un fondo depresivo, una voz
interior que les machaca o una historia emocional dolorosa… En todos los
casos, pedir ayuda es primordial para encontrar una paz relativa y hacer
balance entre las circunstancias externas y la forma de ser de cada cual.