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del pequeño. La neuroplasticidad se pone en marcha: los circuitos
neuronales se conectan entre la amígdala y la corteza prefrontal. Se refuerza
la conexión emocional y cerebral, que son especialmente intensas en las
primeras horas de un bebé.
Un bebé cuando nace necesita la presencia de sus padres
y su contacto físico. Ese piel con piel es el hábitat natural y fisiológico del
recién nacido.
Si tras el parto la madre no está disponible, la presencia del padre es muy
útil. Yo he tenido partos muy complicados y en alguno de ellos este proceso
ha sido realizado por mi marido. El cerebro del hombre también es sensible
a esos instantes, y es recomendable que esté presente y sienta al pequeño.
Ese contacto tan estrecho estimula la oxitocina y ayuda a la salida de la
leche. Si no se produce por alguna circunstancia, hay que intentar encontrar
otros métodos para que el bebé no sienta que está en un lugar hostil y
agresivo. Por tanto, siempre que se pueda recomiendo darle el pecho, pero
soy consciente de que existen múltiples variables que lo pueden dificultar o
impedir. En estos casos, aconsejo darle el biberón con el mayor contacto
físico posible, cantándole, masajeándole o incluso contándole cuentos.
El nacimiento de uno de mis hijos fue profundamente traumático. Yo sabía
de la importancia del piel con piel y, por tanto, había pedido que en cuanto
naciera me lo pusieran conmigo. El parto se complicó y cuando me desperté
de la anestesia —habían tenido que dormirme porque el dolor era
insoportable— me comunicaron que el pequeño estaba en una incubadora.
Quise verlo, pero me dijeron que había que estabilizarlo porque había
sufrido mucho. Yo lloraba desconsoladamente, nunca me ha bía sucedido algo
igual, me era imposible contener las lágrimas y una tristeza inmensa me
inundó durante las primeras horas. Supongo que la mezcla de la medicación
con la revolución hormonal de esos instantes también influía, pero la
sensación de vacío era terrible.