Page 48 - Encuentra tu persona vitamina
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Al cabo de unas horas que se me hicieron eternas, en plena noche, una
                enfermera acudió a ver cómo evolucionaba el dolor. Sollozando le rogué que

                me  dejara  ver  al  bebé,  le  expliqué  que  no  lo  había  conocido  —solo  me
                habían mostrado una foto con tubos y cables— y que el dolor me desgarraba.
                Le hablé de que era psiquiatra, de la oxitocina, del  cortisol, del piel  con
                piel…  La  enfermera,  supongo  que  sorprendida  ante  mi  insistencia  y  mi

                estado de angustia, se comportó como un ángel venido del cielo. Se armó
                de valor y, con la ayuda de dos celadores y de mi marido, me subió a una
                silla de ruedas y me llevó a la UCI.
                   En el momento en que abrió el cristal de la incubadora y metí la mano

                para acariciar a mi hijo, por «arte de magia», las lágrimas desaparecieron.
                Me quedé ahí un par de horas, no me quería separar del pequeño.
                   Me devolvieron a la habitación para descansar,  pero a las  pocas  horas
                volví a sentir la necesidad de estar  con él,  las lágrimas volvían y no era

                capaz de calmarme aun sabiendo que «todo estaba bien», y ese día estuve
                sentada en la silla de ruedas casi la mayor parte del tiempo, con la mano
                puesta en su espalda, acariciándole. Era como un bálsamo para mi mente y
                mi corazón. Al poco comenzó a subirme la leche y pedí alimentarlo en la

                UCI.
                   Esta es la clave. Un parto traumático no determina una vida. Hay bebés
                que  nacen  con  mayor  sensibilidad  al  trauma  y  otros  en  cambio  son  más
                resistentes y padecen menos efectos adversos. Con las madres sucede algo

                parecido. Algunas acuden al parto con miedo y angustia y dificultades para
                conectar  con  el  hijo  que  va  a  nacer  y  otras  son  capaces  de  generar  una
                conexión sana con el pequeño en cuanto nace a pesar de las circunstancias.
                   En el mundo occidental todavía existe mucho por entender e implementar

                en las unidades de neonatología. Hoy sabemos que en los partos por cesárea
                no existe el mismo incremento de oxitocina, razón por la que la lactancia
                puede  demorarse  horas  o  días.  Si  queremos  potenciar  el  vínculo  y  los
                receptores de oxitocina y disminuir el incremento de cortisol, realizar el piel

                con piel en cuanto se pueda es un bálsamo para el cerebro del pequeño y de
                la madre. En los casos en que sea factible, se recomienda alimentar al bebé
                con lactancia materna. Si esto no es posible, el mantener una cercanía física
                y emocional con el bebé ayuda a mitigar el daño sufrido: portearle, cantarle,

                contarle cuentos o realizar pequeños masajes.
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