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                      LA OXITOCINA NO DEJA DE SORPRENDERNOS









                       LA METAMORFOSIS DE MICKEY MOUSE. NEOTENIA


                Seguro que te ha sucedido en alguna ocasión. Vas paseando por la calle y ves

                a un niño de un año, regordete, simpático, que te mira con sus ojos grandes y
                te sonríe. Es difícil no dejarse llevar por esa carita adorable y devolverle la
                sonrisa.  Puede  ser  que  un  día  veas  un  documental  de  cachorros  y  te
                produzcan una enorme ternura o incluso veas una muñeca, un dibujo animado
                o una foto de alguien conocido cuando era pequeño y se dibuje una sonrisa

                en ti. ¿Qué está ocurriendo en esos momentos en tu cerebro? Te lo voy a
                explicar con el ejemplo de Mickey Mouse.
                   El ratón más famoso de la historia sufrió un cambio desde su creación. A

                principios del siglo XX se trataba de un roedor de orejas negras, adulto, con
                patas largas y delgadas y hocico prominente que tenía una conducta burlona y
                traviesa. Nada parecido al adorable ratoncito que conocemos hoy.
                   Los diseñadores se dieron cuenta de que había que transformar a Mickey
                en un personaje más cercano a los niños y digno de ser querido y admirado.

                Su  transformación  consistió  en  mejorar  su  comportamiento  en  las
                animaciones, pero el cambio fundamental se dio en su físico: en suavizar sus
                facciones  hacia  unos  rasgos  con  apariencia  más  infantil.  A  esto  se  le

                denomina  neotenia  —proviene  del  griego  neo,  ‘joven’,  y  teinein,
                ‘extenderse’— y se refiere al proceso que preserva los rasgos juveniles o
                infantiles en el adulto.
                   ¿Cuáles son los rasgos propios de la neotenia? En la actualidad, Mickey
                tiene una cabeza más redonda, ojos grandes situados en la parte de abajo,

                boca  pequeña,  mejillas  abombadas,  piernas  y  brazos  regordetes…  En
                cambio,  cuando  uno  observa  piernas  delgaduchas  o  alargadas  u  hocicos
                grandes,  la  sensación  no  es  de  apego  y  ternura,  ¡ni  por  supuesto  genera
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