Page 56 - Encuentra tu persona vitamina
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Te cuento el caso de Juan, mi amigo de Glovo. Siempre apunto mis cosas
y mis citas en una agenda Moleskine —cada año cambio de color y tengo
todas guardadas en un cajón, así me recuerdan lo vivido—. La llevo en el
bolso y la cuido para no perderla. Me han recomendado que lo pase a
digital, pero me gusta escribir, tachar y verlo todo plasmado en una hoja.
Una mañana de miércoles me di cuenta de que la había olvidado en casa.
Me habían llamado para acudir a dar una sesión y no me acordaba de si tenía
algo ese día. La necesitaba y a través de la aplicación de la plataforma
solicité que me la trajeran al trabajo.
Al cabo de un rato llamaron a la puerta y un tipo alto, con su característica
mochila amarilla, me entregó el paquete, con la agenda dentro, y se marchó.
Me quedé de pie verificando las fechas libres cuando escuché a alguien que
sollozaba al otro lado de la puerta mientras hablaba por teléfono. Al
acercarme me encontré con el repartidor, sin el casco, llorando
desconsoladamente.
—¿Necesitas algo? —le pregunté.
—Nadie me puede ayudar, es muy grave.
—Soy especialista en temas graves, quizá sí te pueda ayudar.
Le hice pasar a mi despacho y me contó su historia.
—Mi madre vive en Venezuela y está muy enferma. Necesita un
tratamiento para curarse y entre mis hermanos y mis primos hemos
conseguido el dinero para enviárselo. Nos acaban de comunicar que la
empresa de envío de dinero ha perdido lo que le hemos mandado y mi madre
no va a poder curarse. No sé qué hacer y tengo pedidos pendientes, pero
estoy bloqueado.
Se me encogió el corazón. Juan, como se llamaba, de casi dos metros,
parecía un niño pequeño. Me enterneció profundamente y dediqué un buen
rato a calmarle y a hablar con él. Al cabo de unos minutos se marchó a
proseguir con su trabajo y le dije que regresara al día siguiente.
Cuando volví a verle, estaba más tranquilo y tenía planes para solucionar
el problema. Vio mi libro encima de la mesa y me preguntó cómo podía
hacer para que le pasasen cosas buenas a un repartidor de Glovo.
No tenía duda.
—Los repartidores acudís a las casas, pero el contacto que se genera con
el comprador es casi imperceptible. En muchas ocasiones, uno no ve la cara
del otro, le tapa el casco, y ese instante dura por lo general menos de quince