Page 7 - Palabras en libertad
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Universo

                      “El puente. Siempre la idea del pasaje. Me veo desde lejos avanzando hacia mí mismo.
                   Lentamente cada paso es como siglos y montañas. Al final estoy frente a mí mismo pero es
                                  solamente un espejo… Entonces pasa algo, la imagen se triza y explota…”

                                                Julio Cortázar en Cuaderno de Bitácora de Rayuela



                   Comenzaba mi primer día de trabajo, un lugar soñado, casi inimaginable. Estaba

            muy nervioso al enterarme que tenía permiso para entrar a la oficina Nº8, o creo que eso

            me dijeron. Allí pude distinguir a una bella mujer, una diosa por su aspecto.” Me gustaría

            soñar con ella”, pensaba para mis adentros. Me fulminó con su mirada, me ofreció unas
            masitas y un batido “especial de la casa”. Yo no pude rechazar semejante propuesta, dejé

            el plato vacío y el vaso, también. Con un poco de vergüenza, agradecí por todo y pude

            escuchar algo que no llegué a entender. Pensé un poco y lo podríamos asemejar a otro

            idioma, que ignoré y finalmente marché lo más rápido que pude hacia mi destino.


                   Algo  que  me  llamó  mucho  la  atención  de  la  infraestructura  del  edificio  es  que

            contenía decenas y decenas de espejos que me provocaban hasta mareos al mirarlos. Yo
            los utilicé para arreglarme, peinarme. Noté algo muy raro al mirarme, como si algún otro

            estaría hablando, mirando, espiando. No le dí mucha importancia y continué el camino.

            Era tan largo que decidí parar un poco. Me senté en un banquillo que estaba situado por

            allí, junto a una botella de agua a la que me lancé desesperadamente como un toro. Ya

            más descansado, seguí  mi rumbo, caminé  unos pasos  y comencé a  escuchar gritos de
            auxilio.    “¡Socorro!  ¡Socorro!”  Sin  dudarlo  abrí  esa  puerta.  Adivinen  a  quién  pude

            visualizar  en  ese  entonces…  La  vi,  cuando  pude  contemplar  su  belleza,  una  sonrisa

            surgió en mí, me puso la piel de gallina. Pero cuando me di cuenta, estaba acorralada por

            guardias. Sin pensarlo ni dos veces, comencé mi hazaña. Para ser más exactos, ella se

            encontraba en la cima del barco, zarpando. Sin dudarlo, tomé lo más rápido que pude un
            bote y comencé a remar como si fueran los últimos segundos de vida. Cuando estuve lo

            suficientemente  cerca  como  para  treparme  al  barco,  así  lo  hice.  Me  escabullí  lo  más

            sigiloso y cauteloso posible. Empecé a subir la escalera  y llegué… pero la “diosa” no

            estaba  allí.  Al  voltearme,  pude  reconocerla    frente    a  mí,  “-¡PERO  EN  EL  OTRO

            BARCO!” sin dudas me tiré en el agua y…
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