Page 34 - labalandra_nro1
P. 34
PÁGINA 34
N U E V O S N A R R A D O R E S
FERNANDO ZÚÑIGA
El muelle
Llegan al muelle cuando empieza a caer la tarde. Tomados de la mano, el padre y el
hijo bajan por los médanos hasta la playa. El chico trae en sus pensamientos el dibujo
de un libro de cuentos: un delfín saltando fuera del agua, con esa especie de sonrisa en
la cara de bueno. Quizás pueda ver a alguno haciendo esa pirueta, mar adentro. Casi
lo prometen el olor del océano y la brisa suave que lo despeina un poco.
La playa está vacía a excepción de unos curiosos, reunidos junto al cuerpo de un
gran pez colgado por la boca. El chico nunca ha visto un pescado de ese tamaño, se
adelanta con una carrera ansiosa. A un metro de distancia, sólo ve los ojos inútiles,
vacíos. Su padre le ha dicho que quizás vieran una corvina y ya no hace falta que pre-
gunte cuál es. Trata de imaginársela en el agua, como ha hecho antes, pero no puede.
Está ahí, seca.
Sube junto a su padre los escalones mohosos. El vértigo lo toca apenas al mirar
por las hendijas. No comprende muy bien la media sonrisa del padre, pero ya está
sobre el muelle, parte de una imprecisa celebración, la gente hacia los costados y, en el
centro, la larga calle hacia el mar.
Las ropas de los pescadores parecen preparadas para otro clima. El padre le expli-
ca que muchos pasarán la noche pescando y, entonces, tendrán sentido las gorras de
lana, los sacones y camperas con cuellos de piel. Las caras se repiten como los abrigos:
algo que no se puede explicar las hace parecidas. Todos hablan en voz muy alta, por
encima del ruido del mar.
El padre inicia una conversación con un pescador de barba y anteojos muy grue-
sos, que escupe a cada rato por sobre la baranda. El chico da una ojeada al equipo de
pesca y por primera vez advierte la presencia de los peces: uno de ellos ha dado un