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N U E V O S N A R R A D O R E S
JULIA RENDÓN
OJOS DE PERRO
En los ojos de los perros se refleja el Universo. Todo lo que observan se queda
ahí plasmado. Cuando un perro te mira, te puedes ver a ti mismo y a los objetos a tu
alrededor desde otro ángulo.
Esa mujer tenía ojos de perro. Fijos, mirando a la cámara que la había enfocado,
sorprendida como si aquel aparato de luz fuera a robarle del vientre ese hijo que estaba
creciendo. Acerqué la foto para ver si la reconocía, me era imposible. Ignacio aparecía
detrás, sin saber que la foto estaba siendo tomada.
Reconocí el lugar. Era en la hacienda del padre de Ignacio. Cuando teníamos die-
cisiete, íbamos con los compañeros a quedarnos a dormir allá por lo menos uno o dos
fines de semana al mes. Cantábamos frente a la fogata, tomábamos Trópico Seco con
jugo de naranja y limón, y una vez que estábamos bien borrachos nos adentrábamos
en los bosques de la hacienda y dormíamos donde cayéramos. Lo que pasaba en los
bosques nunca se contaba al día siguiente, pero los colegios mixtos siempre traían
peligros y, aunque éramos pocos, alguna terminaba embarazada y a veces ni se sabía
de quién. Lo de Ignacio y yo duró, a pesar de que también estuve con Clemente, uno
de sus mejores amigos, y con Ale. Igual, el plan con Ignacio fue siempre casarnos, no
creo que por amor, si soy sincera no estaba ni estoy enamorada de él, pero en la vida
siempre hay que dar pasos y el siguiente que nos tocaba era ése.
Para cuando nos graduamos, su papá había ya vendido la hacienda. No se justi-
ficaba tener semejante terreno para que un par de chicos de secundaria saciaran sus