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nos vemos pronto viejo y él te dijo chau loco. Maxi recostado sobre una
sangre oscura, la boca un poco abierta y los ojos fijos hacia abajo. Maxi
con esas pestañas negras como arañas, que no conociste, ojos negros de
negro lindo decía la abuela. Que no lo toque me gritan, que lo toco lo que
quiero, que no lo mueva, que los peritos, que llega balística, que ya lle-
gan, que me agarran fuerte del brazo cuando estoy por apoyar mi mano en
el pelo o en el cuello o donde sea que quiera. Que es una mujer policía y
una de ambo verde que me dicen que me entienden pero que no se puede,
que es mejor para las pruebas, que le grito asesina, que me dice que me
calme, que vayamos a la ambulancia. Que me sientan en una ambulancia
y mi viejo está en otra, que te mando un mensaje que dice que no puedo
ir, que mi hermano se murió. Que quiero ver a mi papá, que le dieron un
calmante, que estaba muy nervioso me dicen. Que el teléfono vibra, que
sos vos que llamás, una, dos, no sé cuántas veces, que te atiendo y te digo
que no puedo, que lo mataron a Maxi, que te llamo cuando todo termine,
que no sé cuándo. Que venís enseguida, que me quede tranquilo, que ya
salís para allá, para acá, que ya, que no tardás nada en llegar, que me amás
mucho, que venís, que me decís mi amor. Que sobre el teléfono cae una
lágrima gruesa, gorda, que rebota, que caen otras, que no paran de caer
como ese día en que nos rompieron la pelota con un cuchillo, que nos
culparon de romper el vidrio y Maxi y yo lloramos tanto porque no era
verdad y por el tajo en la pelota. Que como ese día, siento el líquido ca-
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