Page 23 - libro Antología cuentos 2020 La Balandra.indd
P. 23
Ni tiempo de chillar va a tener, dijo el viejo, apretando los dientes
para que el chancho no lo oyera, en el ojo se la voy a dar, ahora que le
brilla en lo oscuro, dijo, o lo había dicho antes, ayer, hacía tres días, la
semana pasada, no se acordaba cuándo. Desgracia de chancho. Así le dijo
al chico, su hijo, el Carlo, para que lo oyera bien oído. Tirado en la tierra,
acostado sobre el máuser, lo apretaba con las manos transpiradas a pesar
del frío. Tanta rabia tenía. Respiraba su propio aliento a ginebra. A veces
el aliento del galgo cruza, el Fino, que jadeaba agazapado también contra
la tierra, soportando el puño del viejo en el cuello cada vez que intentaba
levantar la cabeza.
Así le había dicho al Carlo, el otro día, cuando de madrugada lo
había mandado a cuidar el maizal que don Ricardo le había dejado tener
ese año. Se la voy a dar... Desgracia de chancho. Porque él había ido más
tarde para ver cómo habían sido las cosas y no lo había encontrado al Car-
lo, lo buscó y lo buscó a todo lo largo, desde el alambrado hasta la loma,
desde los corrales hasta el monte y resulta que estaba en la sombra del
chañar haciendo nada. Te dije, le dijo, escupiéndole puteadas y saliva seca
en la cara de la rabia que tenía, sacudiéndolo para que reaccionara, porque
otra vez el chancho había hecho destrozos en el poco maíz que le quedaba
sano y que se había salvado de los bichos, del calor, de la falta de agua.
Vergüenza y rabia tenía. Ni para mirar servía el desgraciado. Y eso
que le había dicho. Le había repetido. Que la bestia salía cuando todavía
25