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joven esposa, sobrino de la señorita Elena Ramírez

Falcón, directora, dedicada en cuerpo y alma a la

docencia y a procurar que los jóvenes prosperaran y se
superaran, pero sobre todo que fueran personas de bien.

Víctor tenía un taxi y vivía cómoda y tranquilamente.

En el departamento de enfrente, vivía doña Elvira,

mamá de la morena, una joven bien formada, de pelo

largo, buena para los deportes, contaba con 18 años

bien aprovechados. Bibí, joven delgada y agradable,

con pocos atractivos físicos, pero buena para el estudio,
ayudaba mucho a su mamá. Teresita, hermosa joven de

14 años, morena clara, pelo largo y rizado, unos

grandes ojos cafés como adormilados, grandes

pestañas, boca pequeñita, dientes muy blancos, sus

manos eran delicadas, pero estaban un poco

maltratadas porque las tres hijas tenían que ayudar a su

mamá en todas las faenas, la ropa se lavaba en
lavadero, pues muy pocas personas contaban con una

lavadora o una sirvienta. Lavar los trastes, barrer,

sacudir, guisar, ir al mandado, todas esas obligaciones

les impedía cuidar adecuadamente su persona, no

obstante, yo la veía hermosa, y no le encontraba un

solo pero.

Esa tarde tan especial, entre lentamente a la privada

con una sola idea y propósito, conquistar a Teresita, mi

segundo amor. Toqué educadamente la puerta, esperé
impaciente, se abrió la puerta y frente a mí apareció

Doña Elvira, la salude efusivamente y le pregunté si se