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encontraba Teresita, me miró con cara de pocos

amigos, se dio media vuelta y momentos después

aparecía Teresita. Nunca la había visto tan hermosa,
con un vestido blanco con unos moñitos rosas, que

adornaban sus mangas y su cuello, un listón del mismo

color en su hermoso pelo, sus tobilleras y sus zapatillas

hacían perfecto juego con todo.

Sus ojos se iluminaron, una sonrisa enigmática adorno

su bella carita, me extendió su mano y me saludo.

Nos sentamos en el primer escalón de su casa, saqué mi
pañuelo, limpie cuidadosamente el escalón para que no

se le fuera a ensuciar su lindo atuendo. Empezamos a

platicar de varias cosas, le hablé de la escuela, de

deportes, de cacería y de muchos otros temas, ella

permanecía muy atenta, pero callada, le tomé la mano

tembloroso, así permanecimos un largo tiempo, luego

me armé de todo mi valor, la miré apasionadamente y
le pedí que fuera mi novia, no respondió, me apretó mi

mano y me dijo: un rotundo y claro NO.

Me levanté incrédulo, no podía ser, todo estaba claro,

nos llevábamos muy bien, estudiábamos, jugábamos,

platicábamos, íbamos a misa, a la neveria, al cine,

siempre juntos. ¿Por qué nó? Le tomé su mano, ví

como rodaban dos lágrimas sobre sus mejillas, apenas

pude hablar, le dije: Teresita te doy las gracias por

todos los momentos de alegría, por tu tiempo, por tu
dulce compañía, pero aún no puedo comprender,

nuevamente te pregunto: ¿Quieres ser mi novia? Me