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soltó la mano, me miró y me dijo: no, no y no y se

               metió corriendo a su casa.

               Cerré la puerta de su casa y me retiré, despedazado,
               decepcionado, fracasado, todo el camino hasta que

               llegué al parque Victoria fue insultarme y martirizarme,

               me tiré en el fresco pasto, me puse a mirar las hermosas

               estrellas, desde ese día nunca he vuelto a ver un cielo

               más limpio, más hermoso y más estrellado.  Ya

               tranquilo, tomé la decisión de jamás volver a

               enamorarme.
               Pasaron los días, regresé a mi vida normal, ir a la

               escuela, un fin de semana, nos llevó mi tío Manuel de

               cacería, Fuimos al  Ajusco de excursión, trataba de

               mantenerme ocupado, pero era imposible, la imagen de

               Teresita estaba en todos lados.

               Tres semanas más tarde, se anunciaron los 15 años de

               mi prima  Yolanda, fui invitado como siempre de
               chambelán. En los cincuentas se acostumbraban quince

               chambelanes, la quinceañera y catorce damas.

               Llegó el momento del gran baile, el salón poco a poco

               se llenó. Estaba conversando con Chabela, la dama que

               me tocó en esa ocasión, cuando en la puerta

               aparecieron Doña Elvira, Teresita y sus dos hermanas,

               Teresita traía un vestido largo rosa, tipo princesa, una

               diadema dorada, guantes, zapatos altos rosas, una

               pulserita, su reloj, parecía una princesa sacada de un
               cuento. El vals empezó, salió hermoso, el público

               aplaudió, después la quinceañera bailó Luna Azul con
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