Page 9 - LA ODISEA DE LEAH
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La Odisea de Leah
Todos giran la cabeza hacia Leah, porque ha emitido un carras-
peo característico, algo así como un cloqueo de gallina que quiere
decir «ya sé la solución mientras vosotros discutís de faldas». Pero
Leah no es pedante, no le gusta jactarse de las cosas que sabe y los
demás no: simplemente disfruta de ellas.
—Yo creo que el problema tiene fácil solución: hay que recorrer el
espacio en el menor tiempo posible, ¿no? Pues entonces hay que
hacerlo en línea recta, es la distancia más corta entre dos puntos.
De la línea de saque a la línea de saque, pero por la parte del an-
cho, no la del largo.
Un murmullo admirativo se levanta sobre las cabezas del corro,
salvo por un resoplido de Gloria que significa algo así como «Pfff,
eso ya lo sabía yo, pero no quería esforzarme demasiado». Lo dis-
cuten por unos momentos y a nadie más se le ocurre otra manera
de llegar antes. Parece lógico: si te mueves en zigzag como un
colúbrido tardarás más tiempo que de la otra manera.
Como todos están callados, Gloria, verás que le gusta llevar la voz
cantante a menudo, expone en voz alta las conclusiones de todo el
grupo.
Al final de la última frase se escucha una pequeña inflexión en
la voz, lo que coloquialmente se conoce en el pueblo de la Zarza
Tostada como «gallo».
Se produce un silencio de los que asfixian (si te gusta mucho el
ruido) mientras se espera una respuesta de los otros tres grupos,
pero solo llega de uno. La niña del vestido floreado que tanto mo-
lesta a Gloria habla con mucha seguridad y los gallos no picotean
la serenidad de ninguna palabra:
—Se sabe desde hace mucho que el espacio responde a las leyes de
la materia y la energía. Si manipulamos la energía podemos hacer
que el espacio se pliegue, y el camino que hay que recorrer sería
mucho más corto y tardaríamos menos tiempo.
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