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guntaron otra vez cómo había recobrado la vista. Les respondió: Curación de dos ciegos
—Me aplicó barro en los ojos, me lavé, y ahora veo.
Algunos fariseos le dijeron: Mientras Jesús seguía adelante, dos ciegos lo seguían dando voces:
—Ese hombre no viene de parte de Dios, porque no observa el —¡Hijo de David! Ten piedad de nosotros.
sábado. Cuando entró en casa, se le acercaron los ciegos y Jesús les dijo:
Otros decían: —¿Creen que puedo hacerlo?
—¿Cómo puede un pecador hacer tales señales? Contestaron:
Y estaban divididos. Preguntaron de nuevo al ciego: —Sí, Señor.
—Puesto que te ha abierto los ojos, ¿tú qué dices de él? Él les tocó los ojos diciendo:
Contestó: —Que suceda como han creído.
—Que es profeta. Se les abrieron los ojos, y Jesús los amonestó:
Los judíos no acababan de creer que había sido ciego y había re- —¡Cuidado, que nadie se entere!
cobrado la vista; así que llamaron a los padres del que había reco- Pero ellos se fueron y divulgaron su fama por toda la comarca.
brado la vista y les preguntaron: Mt 9, 27-31
—¿Es este su hijo, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que
ahora ve? z Unidad 3, pág. 45, act. 4
Contestaron sus padres:
—Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego; cómo es Las bodas de Caná
que ahora ve, no lo sabemos; quién le abrió los ojos, no lo sabe- Al tercer día se celebraba una boda en Caná de Galilea; allí estaba
mos. Preguntenle a él, que tiene edad y puede dar razón de sí. la madre de Jesús. Jesús y sus discípulos estaban invitados a la
Lo decían sus padres por temor a los judíos; porque los judíos ya boda. Se acabó el vino, y la madre de Jesús le dice:
habían decidido que quien lo confesara como Mesías fuera expul- —No tienen vino.
sado de la sinagoga. Por eso dijeron los padres que tenía edad y Le responde Jesús:
que le preguntaran a él. Llamaron por segunda vez al hombre que —¿Qué quieres de mí, mujer? Aún no ha
había sido ciego y le dijeron: llegado mi hora.
—Da gloria a Dios. A nosotros nos consta que aquel es un pecador. La madre dice a los sirvientes:
Les contestó: —Lo que les diga, háganlo.
—Si es pecador, no lo sé; una cosa me consta, que yo era ciego Había allí seis tinajas de piedra para las
y ahora veo. abluciones de los judíos, con una capaci-
Le preguntaron de nuevo: dad de setenta a cien litros. Jesús les dice:
—¿Cómo te abrió los ojos? —Llenen las tinajas de agua.
Les contestó: Las llenaron hasta el borde. Les dice:
—Ya se los he dicho y no me creyeron; ¿para qué quieren oírlo de —Ahora saquen algo y llévenselo al en-
nuevo? ¿No será que quieren haceles discípulos suyos? cargado.
Lo insultaron diciendo: Se lo llevaron. Cuando el encargado probó el agua convertida en
—Discípulo de él lo serás tú, que nosotros somos discípulos de vino (sin saber de dónde procedía, aunque los sirvientes que ha-
bían sacado el agua lo sabían), se dirige al novio y le dice:
Moisés. De Moisés nos consta que le habló Dios; en cuanto a ese, —Todo el mundo sirve primero el vino mejor, y cuando los convi-
no sabemos de dónde viene. dados están algo bebidos, saca el peor. Tú has guardado hasta
Les replicó: ahora el vino mejor.
—Eso es lo extraño, que ustedes no saben de dónde viene y a mí En Caná de Galilea hizo Jesús esta primera señal, manifestó su glo-
me abrió los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, ria y creyeron en él los discípulos. Después, con su madre, sus her-
sino escucha al que es religioso y cumple su voluntad. Jamás se manos y discípulos, bajó a Cafarnaún, donde se detuvo varios días.
oyó contar que alguien haya abierto los ojos a un ciego de naci- Jn 2, 1-12
miento. Si ese no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada.
Le contestaron: z Unidad 3, pág. 47, act. 7
—Empecatado naciste, ¿y quieres darnos lecciones?
Y lo expulsaron. Curación del ciego de Jericó
Oyó Jesús que lo habían expulsado y, cuando lo encontró, le dijo:
—¿Crees en ese Hombre? Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado junto al ca-
Contestó: mino pidiendo limosna. Al oír que pasaba la gente, preguntó qué
—¿Quién es, Señor, para que crea en él? sucedía. Le dijeron que pasaba Jesús de Nazaret. Él gritó:
Jesús le dijo: —Jesús, hijo de David, ten piedad de mí.
—Lo has visto: es el que está hablando contigo. Los que iban delante lo reprendían para que callase. Pero él gritaba
Respondió: más fuerte:
—Creo, Señor. —Hijo de David, ten piedad de mí.
Y se postró ante él. Jesús dijo: Jesús se detuvo y mandó que se lo acercasen. Cuando lo tuvo
—He venido a este mundo a entablar proceso, para que los ciegos cerca, le preguntó:
vean y los que vean queden ciegos. —¿Qué quieres que te haga?
Algunos fariseos que se encontraban con él preguntaron: Contestó:
—Y nosotros ¿estamos ciegos? —Señor, que recobre la vista.
Les respondió Jesús: Jesús le dijo:
—Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado; pero, como dicen que —Recobra la vista, tu fe te ha salvado.
ven, su pecado permanece. Al instante recobró la vista y lo seguía glorificando a Dios; y el pue-
Jn 9, 1-41 blo, al verlo, alababa a Dios.
Lc 18, 35-43
z Unidad 3, pág. 45, act. 3 z Unidad 3, pág. 53, act. 18
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