Page 36 - Maquiavelo, Nicolas. - El Principe [1513]
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XXXVI    ANA MARTINEZ ARANCON

      que dedique todo su afán a emular a tan ilustre antepasado,
      defiende su actuación, que encuentra ajustadísima a la do-
      ble norma de Cristo y del mundo. No era aquél rey taimado
      y mentiroso, sino avisado, y no era culpa suya si los demás
      caían en sus intachables redes: «No engañaba, pero se enga-
      ñaban otros en lo equívoco de sus palabras y tratados, ha-
      ciéndolos de suerte ( cuando convenía vencer la malicia con
      la advertencia) que pudiera desempeñarse sin faltar a la fe
      pública,  30•   Curioso ejercicio de funambulismo para la edu-
      cación de los monarcas.
        Pero quizá el más conocido de los panegiristas de Fernan-
      do de Aragón sea Gracián. Para él, Fernando pudo ser cate-
      drático de todos los políticos, en un tiempo en que los hubo
      muy capaces. Admira ante todo su flexibilidad, ese saber «go-
      bernar a la ocasión>, su sentido de la realidad, su penetra-
      ción. Gracián ha leído a Maquiavelo, y sus ecos se escuchan
      a lo largo de todo el libro, pero, aunque recoge muchas de
      sus ideas, desaprueba su concepto general de la vida públi-
      ca. Niega también que Fernando fuera astuto y falaz; tan
      sólo era prudente y callado. Gracián, tal vez la mente más
      lúcida del Barroco español, odia demasiado la falsedad para
      consentirle algún papel en la escena pública o privada. Y
      justifica su negativa afirmando que los mentirosos suelen pe-
      recer en sus propias trampas, y que basta leer la historia para
      comprobarlo. Además, «comúnmente cuantos afectaron ar-
      tificio fueron reyes de mucha quimera y de ningún prove-
          31•
      cho>  Pero en esta argumentación vemos que, aunque de-
      fiende que Fernando fue un rey suscitado por la Providencia
      para dilatar los triunfos de la fe, y se comportó, de acuerdo
      con tal misión, como un dechado de virtudes cristianas, sin
      embargo la condena de la mentira no se basa en su incorrec-
      ción moral, sino en su ineficacia política. El exiliado floren-




       30  D. Saavedra Fajardo, Empresas políticas, vol. II, Editora Nacional,
      Madrid, 1976, p. 931.
        31  B. Gracián, El político don Fernando el Católico, C::.S.I.C., Institu-
      ción Fernando el Católico, Zaragoza, 1985 (edición facsímil de la de Zara-
      goza, 1640), p. 108.
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