Page 32 - Maquiavelo, Nicolas. - El Principe [1513]
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XXXII ANA MARTINEZ ARANCON
terizado ha sido por una política corta de miras, desorgani-
zada y sin iniciativa, de modo que, concluye nuestro autor,
si Italia está hundida no se puede culpar de ello a la fortu-
na. Esta es como un gran río que, en sus crecidas, puede arra-
sarlo todo, pero los hombres prudentes son capaces de ade-
lantarse a esas catástrofes, construyendo diques y canales que,
aunque no evitan las crecidas, impiden que sus consecuen-
cias sean destructivas. Pero «Italia ... es un campo sin di-
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ques» y la riada más pequeña es capaz de desbaratarla.
Pero ahora Florencia, si lo desea, puede ser líder de su re-
surrección. La naturaleza no ha variado, y los italianos siguen
siendo como aquellos que, en los tiempos de la expansión
de Roma, conquistaron el mundo. Sólo hay que despertar-
los y limpiarles la costra endurecida que han dejado en sus
almas siglos de corrupción. Esto es tarea de un príncipe: siem-
pre es un hombre solo el que funda o regenera las repúbli-
cas. Si Lorenzo de Medici, destinatario de la obra, quiere ha-
cer ese papel, las circunstancias son inmejorables, pues otro
Medici, León X, ocupa el trono pontificio, de modo que el
Vaticano, eterno obstáculo del resurgir de Italia, no se opon-
dría esta vez a sus planes. Termina con una exhortación lle-
na de urgencia: «No debemos, pues, dejar pasar esta oca-
sión para que Italia, después de tanto tiempo, encuentre un
redentor» 24• Pero nadie quiso ni supo escuchar.
IV
Aunque Maquiavelo prefiere buscar sus ejemplos en los
antiguos romanos o en sus contemporáneos italianos, tam-
bién cita a veces a políticos extranjeros. Visita habitual en
sus páginas son los reyes de Francia. Sin embargo, dos de
los modelos más acabados del príncipe ideal son españoles:
César Borgia y Fernando el Católico. El primero, pese a al-
gunos reparos, le parece tan capaz que recomienda a los prín-
23 El príncipe, cap. 25, p. 103.
24 El príncipe, cap. 26, p. 110.