Page 28 - Maquiavelo, Nicolas. - El Principe [1513]
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XXVIII   ANA MARTINEZ ARANCON

        Un caso especial son los principados eclesiásticos. Para lle-
      gar a ellos se puede hacer uso de la virtud, la suerte, la astu-
      cia o el dinero, pero siempre respetando las formas que de-
      finen esa institución. Una vez adquiridos, se conservan sin
      esfuerzo. Maquiavelo habla de ellos en un tono fuertemen-
      te crítico, que atenúa con acentos burlones. La política te-
      rrenal de la Iglesia le indigna profundamente,  no por moti
      vos religiosos, sino porque le echa la culpa de la desuniór,
      y de las desdichas de Italia.
        Una vez que ha tratado de los medios de hacerse con el
      poder, Maquiavelo pasa a ocuparse de cómo hay que actuar
      para mantenerse en él el mayor tiempo posible, acrecentán-
      dolo incluso.
        En primer lugar, hay que tener en cuenta de qué tipo es
      el estado que se quiere mantener.  Los principados nuevos
      ofrecen mayores dificultades, sobre todo si se ejercen sobre
      pueblos que tienen distinta lengua y costumbres. Sin em-
      bargo, un país al mando de un solo se.ñor, del que todos los
      demás, cualquiera que sea su rango, se consideran siervos,
      será más fácil de retener que otro que cuente con una noble-
      za poderosa. En ese caso, conviene que el príncipe viva en
      los nuevos territorios, establezca colonias en ellos, procure
      evitar los motivos de rebelión y se presente como defensor
      del pueblo y azote de los grandes.
        Pero los principados más difíciles de conservar son aque-
      llos que se imponen a un pueblo libre. La libertad se olvida
      difícilmente, y el solo eco de su hombre tiene bastante po-
      der para suscitar innumerables rebeliones y despertar los co-
      razones de quienes fueron ciudadanos y se resisten a ser súb-
      ditos. Por eso, a quien se hace dueño de una ciudad así no
      le queda otra-alternativa que reducirla a cenizas si quiere se-
      guir siendo el amo. «No hay otro medio más seguro de po-
      sesión que la ruina. Y quien se apodera de una ciudad acos-
      tumbrada a vivir libre y no la destruye, que espere a ser des-
      truido por ella.s  20
        Sea cual fuere el tipo de principado que se intente canso-



        20  El principe, cap. 5, p. 20.
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