Page 29 - Maquiavelo, Nicolas. - El Principe [1513]
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ESTUDIO  PRELIMINAR   XXIX

      lidar, quien lo ocupa debe ser consciente de que no cuenta
      con otro apoyo que sus propios recursos. Incluso quienes le
      apoyaron en su ascenso resultan poco de fiar, y lo dejarán
      solo si lo ven en peligro, pues nunca se sentirán suficiente-
      mente recompensados, y así crecerá el descontento en sus co-
      razones. Estas gentes resultan temibles en grado sumo, pues,
      aunque se insolenten, el príncipe no suele atreverse a casti-
      gar sus faltas con rudeza, ya que la gratitud por los favores
      pasados le ata las manos. Por eso debe el príncipe estar siem-
      pre vigilante. Cuidará sobre todo de que ningún súbdito,
      ningún estamento social, ninguna familia se engrandezca has-
      ta extremos amenazantes, pues «quien favorece el poder de
                               21,
      otro labra su propia ruina>  y ésta es una regla práctica-
      mente infalible.
        Maquiavelo se detiene especialmente en los asuntos mili-
      tares. Todo príncipe que pretenda seguir firmemente senta-
      do en el trono ha de saber que su único cimiento inconmo-
      vible es un ejército propio, de cuya dirección y organización
      se encargará personalmente. Un príncipe desarmado es des-
      preciable y está a merced de cualquiera.
        Las tropas deben estar bien ejercitadas, sin interrumpir su
      adiestramiento en los períodos de paz. Los mercenarios y las
      tropas auxiliares prestadas por otros príncipes no sólo resul-
      tan, en la mayoría de los casos, totalmente inútiles, sino que,
      lejos de constituir una ayuda, son una amenaza constante
      y muy peligrosa. Unicamente son seguras las armas propias,
      o sea, aquellas en las que los ciudadanos defienden su pa-
      tria. Sólo entonces el ejército será de confianza, pues la trai-
      ción y la cobardía no tienen razón de ser cuando cada solda-
      do hace suyo el interés de la batalla. De modo que Maquia-
      veloincita a los príncipes a armar al pueblo, poniéndoles por
      delante la seguridad del éxito militar. El conocía muy bien
      las consecuencias que se producirían si este consejo se lleva-
      ba a la práctica: armar al pueblo es hacerle árbitro de su li-
      bertad. Como explica serenamente en los Discursos, con las
      armas en la mano sólo un pueblo extremadamente vil y co-



        21  El príncipe. cap. 3, p. 16.
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