Page 34 - Maquiavelo, Nicolas. - El Principe [1513]
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:XXXIV    ANA MARTINEZ ARANCON

     afirma que sus doctrinas son aún más perniciosas que la he-
     rejía luterana, pues los herejes, aunque se equivocan grave-
     mente y son un cáncer para la verdadera doctrina, al menos
     tienen alguna fe, y, entre sus muchos errores, brillan, por
     escasas que sean, ciertas chispas de verdad, mientras que «los
     políticos y discípulos de Maquiavelo no tienen religión al-
     guna, ni hacen diferencia que la religión sea falsa o verda-
                                                     27•
     dera, si no es a propósito para su razón de Estado>  Son
      además enemigos no declarados, y por lo mismo doblemen-
     te peligrosos.
        Y es que la nueva concepción del actuar político que inau-
     guraba el florentino chocaba radicalmente con la concepción
     critiana de la vida, que era muy importante en España, no
     sólo por razones religiosas, sino también por intereses hu-
      manos, pues el rey de España se consideraba el campeón de
      la Iglesia romana y el brazo armado de la fe, lo que daba
      una justificación trascendental a su política de imperio.
        Pero no era menos cierto que la propuesta de Maquiavelo
      no se podía dejar de lado: estaba llena de vitalidad, y su mez-
      cla de racionalización y empirismo, de especulación y obser-
     vación, de utopía y realismo, de innovación y tradición hu-
      manística, ponía de manifiesto toda su fuerza, se correspon-
      día con su época de un modo que no permitía ignorarla. Por
      eso, hasta los más estrictos defensores de la moral cristiana
      se dan cuenta de que «no es suficiente refutar, no importa
      cuán habilidosarnente, la tesis política de Maquiavelo. Se ne-
      cesita también una alternativa capaz no sólo de afrontar con
      éxito las demandas de la praxis política, sino de mantener
      incólume la supremacía moral de la religión sobre la po-
      lítica>  28•
        Pues Maquiavelo no sólo indicaba respuestas, sino que
      planteaba nuevas preguntas, hacía explícita la situación de




       27   P. Rivadeneyra, FJ pñncipe cristiano,  Sopena, Buenos Aires, 1942,
      p. 10.
       28 J. A. Fecnández Santamacía, Razón de estado y política en el pensa-
      miento español del Barroco (1559-1640), Centro de Estudios Constitucio-
      nales, Madrid, 1986, p. 15.
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