Page 81 - Maquiavelo, Nicolas. - El Principe [1513]
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cuando quieren; y no temen ni a éste ni a ningún otro se-
ñor que tengan cerca: porque están fortificadas de tal ma-
nera que todos piensan que su asedio ha de ser largo y di-
fícil. Porque todas tienen fosos y murallas apropiadas; tie-
nen artillería suficiente; en los almacenes públicos hay
siempre comida, bebida y combustible para un año entero;
y además de todo esto, para poder mantener alimentada a
la plebe sin pérdida para el erario público, tienen siempre
en la ciudad con qué darles trabajo durante un año en aque-
llos oficios que son el nervio y la vida de aquella ciudad y
con el ejercicio de los cuales esta plebe se nutre. Además,
los ejercicios militares gozan en estas ciudades de gran re-
putación y a este propósito tienen muchas disposiciones
que los regulan y mantienen.
Un príncipe, pues, que tenga una ciudad fuerte y no se
haga odiar, no podrá ser atacado; y si a pesar de todo al-
guien lo intentara, tendría que levantar el cerco avergon-
zado, que las cosas del mundo cambian tanto que es casi
imposible que uno pueda pasar con sus ejércitos todo un
año, ocioso, en un asedio. Y a quien replicare: si el pueblo
tiene sus propiedades fuera y las ve arder, no tendrá pa-
ciencia y el largo asedio y sus propios intereses le harán
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olvidar al príncipe; respondo que un príncipe potente y ani-
moso superará siempre todas esas dificultades; ya sea dan-
do a sus súbditos la esperanza de que el mal no ha de du-
rar, o bien atemorizándoles con la crueldad del enemigo, o
protegiéndose con destreza de aquellos que le parezcan de-
masiado atrevidos. Además, el enemigo lógicamente incen-
diará y devastará el país en cuanto llegue, al principio de
su ataque, cuando los ánimos de los hombres están aún in-
flamados y dispuestos a la defensa; precisamente por eso
no tiene el príncipe por qué temer, porque después de al-
gunos días, cuando los ánimos se han enfriado, el mal está
ya hecho, se han aceptado las consecuencias y ya no hay re-
medio: y es entonces cuando más se unen los súbditos a su
príncipe, pareciéndole que tiene éste que estarles más obli-
gado al haberles sido incendiadas sus casas y arruinadas sus
6 En el original, «la carita propia>.