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AUTOR                                                                                               Libro
               viva de mi herida. Me llevó unos segundos recuperar la compostura. Laurent me
               contempló con ojos de extrañeza. Al final, conseguí decirle—: Se trasladaron.
                     —Mmm —murmuró—. Me sorprende que te dejaran atrás. ¿No eras su mascota
               o algo así?
                     Sus ojos reflejaban que no pretendía ser ofensivo. Le sonreí secamente.
                     —Algo así.
                     —Mmm —repuso, muy pensativo otra vez.
                     En ese preciso momento comprendí por qué parecía el mismo de forma tan
               idéntica. Después de que Carlisle nos dijera que Laurent se había quedado con la
               familia de Tanya, las ocasionales veces en que pensaba en él comencé a imaginármelo
               con los mismos ojos dorados de los... Cullen —me obligué a soltar el apellido con un
               estremecimiento—, el de todos los vampiros buenos.
                     Retrocedí un paso de forma involuntaria. Sus curiosos ojos de color rojo oscuro
               siguieron el movimiento.
                     —¿Vienen de visita a menudo? —preguntó, aún con indiferencia, pero inclinó
               su figura hacia mí.
                     Miente, susurró con ansiedad, en mi memoria, la hermosa voz aterciopelada.
                     Me sobresalté ante el sonido de su voz, pero no debería haberme sorprendido.
               ¿Acaso no estaba en el peor de los peligros concebibles? La moto era segura al lado
               de esto.
                     Hice lo que me ordenaba la voz.
                     —De vez en cuando —intenté que mi voz sonara suave y relajada—. Imagino
               que a mí el tiempo se me hace más largo. Ya sabes cómo son de distraídos... —estaba

               empezando a balbucear. Tuve que esforzarme para callar.
                     —Mmm —volvió a decir—. Pues la casa olía como si llevara cerrada bastante
               tiempo...
                     Bella, debes mentir mejor que eso, me instó la voz.
                     Lo intenté.
                     —He de mencionarle a Carlisle que has estado allí. Lamentará mucho haberse
               perdido tu visita —fingí deliberar durante un segundo—. Pero... probablemente no
               debería mencionárselo. Supongo que Edward... —conseguí pronunciar su nombre a
               duras penas, y al hacerlo se me contrajo el rostro, arruinando el engaño—. Bueno,
               tiene mucho genio... Estoy segura de que te acuerdas de él. Sigue un poco susceptible
               con todo el asunto de James —puse los ojos en blanco e hice un gesto displicente con
               la mano, como si todo aquello fuera agua pasada, pero había un deje de histeria en
               mi voz. Me pregunté si él lo reconocería.
                     —Pero ¿está de verdad? —preguntó con amabilidad... e incredulidad.
                     Le di una réplica breve a fin de que la voz no delatara mi pánico.
                     —Ajá.
                     Laurent dio un paso fortuito hacia un lado mientras miraba el pequeño prado.
               No se me pasó por alto que ese paso le acercaba más a mí. En mi cabeza, la voz
               respondió con un débil gruñido.
                     —Bueno, ¿y cómo van las cosas en Denali? —pregunté con voz demasiado




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