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AUTOR                                                                                               Libro
                     Sola no me manejaba bien.
                     Sentí un alivio más allá de toda medida la mañana en que me desperté —entre
               gritos, por supuesto— y recordé que ya era sábado. Hoy iba a llamar a Jacob e iría a
               La Push si no funcionaban las líneas de teléfono. De un modo u otro, sería un día
               mejor que cualquier otro de la última semana de soledad.
                     Marqué el número y aguardé sin grandes esperanzas. Estaba desprevenida
               cuando Billy contestó a la segunda llamada:
                     —¿Diga?
                     —Eh, oh, vaya. ¡El teléfono vuelve a funcionar! Hola, Billy. Soy Bella. Sólo
               llamaba para saber cómo se encuentra Jacob. ¿Ha mejorado como para recibir visitas?
               Estaba pensando en dejarme caer por allí...
                     —Lo siento, Bella —me interrumpió Billy; me pregunté si estaba viendo la tele,
               ya que parecía distraído—. No está.
                     —Ah —necesité un segundo para asimilarlo—. Entonces, ¿se encuentra mejor?
                     —Sí —Billy vaciló durante un instante que se hizo eterno—. Resultó que al
               final, después de todo, no era mononucleosis, sino algún otro virus.
                     —¿Ah, sí? ¿Y dónde está... ?
                     —Se ha ido con los chicos a dar una vuelta en Port Angeles... Creo que iban a
               ver un programa doble o algo así. Se ha marchado para todo el día.
                     —Bueno, qué alivio. He estado tan preocupada... Me alegra mucho saber que se
               ha recuperado bastante como para salir.
                     Mi voz sonaba terriblemente falsa y empeoró hasta que terminé farfullando.
                     Jacob se encontraba mejor, pero no lo bastante para llamarme. Se había ido con

               sus amigos y yo estaba sentada en casa, echándole más de menos a cada hora que
               pasaba. Me sentía sola, aburrida, preocupada, herida... Y ahora, también desolada al
               comprender que la semana que habíamos estado separados no había tenido el mismo
               efecto sobre él.
                     —¿Querías algo en particular? —preguntó Billy con amabilidad.
                     —No, en realidad, no.
                     —Bueno, le diré que has llamado —me prometió—. Adiós, Bella.
                     —Adiós —contesté, pero ya había colgado.
                     Permanecí durante un momento con el teléfono en la mano.
                     Jacob debía de haber cambiado de idea, tal y como yo temía. Iba a aceptar mi
               consejo y no desperdiciar su tiempo con alguien que no podía corresponder a sus
               sentimientos. Noté que la sangre huía de mi rostro.
                     —¿Algo va mal? —me preguntó Charlie mientras bajaba las escaleras.
                     —No —mentí mientras colgaba el auricular—. Billy dice que Jacob se encuentra
               mejor. No era mononucleosis. Eso es estupendo.
                     —¿Va a venir él aquí o vas a ir tú allí? —preguntó distraídamente mientras
               comenzaba a rebuscar por la nevera.
                     —Ninguna de las dos cosas —admití—. Se ha marchado con otros amigos.
                     Al final, el tono de mi voz le llamó la atención. Charlie alzó los ojos y me miró
               con repentina alarma. Se quedó inmóvil, con el paquete de lonchas de queso en la




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