Page 138 - e-book
P. 138
AUTOR Libro
hubiera sospechado de no haber estado deseando irse a pescar.
Estaba tan ocupada fingiendo hacer cosas que el cruel vacío del día que me
aguardaba por delante se me vino encima una vez que se hubo ido. Decidí que no me
iba a quedar en casa después de contemplar durante dos minutos el silencioso
teléfono de la cocina. Consideré mis opciones.
No iba a llamar a Jessica. Hasta donde sabía, se había pasado al lado oscuro.
Podía ir en coche hasta La Push y recoger la moto, una idea atrayente de no ser
por un problema insignificante: ¿quién me iba a llevar a urgencias luego, cuando lo
necesitara?
O... ya tenía nuestro mapa y la brújula en el coche. Estaba casi segura de haber
comprendido el método lo bastante bien como para no perderme. Tal vez hoy
pudiera descartar un par de líneas y despejar el programa para cuando Jacob
decidiera volver a honrarme con su presencia. Me negaba a pensar cuánto tiempo
podía pasar, o si iba a ser para siempre...
Sentí una punzada de culpabilidad al comprender cómo le iba a sentar aquello
a Charlie, pero la ignoré. Hoy no me podía volver a quedar en casa.
A los pocos minutos me encontraba en el ya conocido y embarrado camino que
llevaba a ningún sitio en particular. Conducía con las ventanillas bajadas todo lo
deprisa que era razonable para mi vehículo mientras disfrutaba del viento sobre mi
rostro. El día estaba nublado, pero casi seco, un tiempo realmente bueno en el caso
de Forks.
Necesité más tiempo para ponerme en marcha del que hubiera invertido de
haber estado con Jacob. Después de aparcar en el lugar de costumbre, tuve que
estudiar la aguja de la brújula y las marcas del mapa —ahora gastado— durante un
cuarto de hora largo. Me adentré en los bosques una vez que estuve razonablemente
segura de seguir la línea correcta de las coordenadas.
El bosque era un hervidero de vida ese día, ya que todas las pequeñas criaturas
habían salido a disfrutar de la momentánea sequedad. No sabía la razón, pero el
lugar tenía un aspecto más siniestro que otros días a pesar de los silbos y graznidos
de los pájaros, el zumbido de los insectos alrededor de mi cabeza y el ocasional
correteo de los ratones entre los arbustos. Me recordaba a mi más reciente pesadilla.
Sabía que eso se debía únicamente al hecho de que estaba sola y echaba de menos el
despreocupado silbido de Jacob y el sonido de otro par de pies por el suelo húmedo.
Cuanto más me adentraba en el bosque, mayor era el desasosiego. Respirar
comenzó a ser difícil, no a causa del ejercicio, sino porque volví a tener problemas
con el estúpido agujero del pecho. Mantuve los brazos pegados al torso e intenté
desterrar la pena de mi mente. Estuve a punto de volverme, pero me repateaba
desperdiciar el esfuerzo ya realizado.
El ritmo de las pisadas anestesió el dolor y me insensibilizó frente a mis
pensamientos mientras seguía caminando a duras penas. Al final, logré acompasar la
respiración y me alegré de haber perseverado. Esto de andar campo a través se me
empezaba a dar mejor. Podía jurar que iba más deprisa.
Hasta ese momento no me había dado verdadera cuenta de lo mucho que había
- 138 -