Page 40 - Crepusculo 1
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Recobré la compostura e intenté ofrecerle mi sonrisa más cálida.
                     —Te agradezco que me lo pidas, pero ese día voy a estar en Seattle.
                     —Oh. Bueno, quizás la próxima vez.
                     —Claro —acepté, y entonces me mordí la lengua. No quería que se lo tomara al pie de
               la letra.
                     Se marchó de vuelta al instituto arrastrando los pies. Oí una débil risita.
                     Edward pasó andando delante de mi coche, con la vista al frente y los labios fruncidos.
               Abrí la puerta con un brusco tirón, entré de un salto y la cerré con un sonoro golpe detrás de
               mí. Aceleré el motor en punto muerto de forma ensordecedora y salí marcha atrás hacia el
               pasillo.  Edward  ya  estaba  en  su  automóvil,  a  dos  coches  de  distancia,  deslizándose  con
               suavidad delante de mí, cortándome el paso. Se detuvo ahí para esperar a su familia. Pude ver
               a los cuatro tomar aquella dirección, aunque todavía estaban cerca de la cafetería. Consideré
               seriamente la posibilidad de embestir por detrás a su flamante Volvo, pero había demasiados
               testigos.  Miré  por  el  espejo  retrovisor.  Comenzaba  a  formarse  una  cola.  Inmediatamente
               detrás de mí, Tyler Crowley me saludaba con la mano desde su recién adquirido Sentra de
               segunda mano. Estaba demasiado fuera de mis casillas para saludarlo.
                     Oí a alguien llamar con los nudillos en el cristal de la ventana del copiloto mientras
               permanecía  allí  sentada,  mirando  a  cualquier  parte  excepto  al  coche  que  tenía  delante.  Al
               girarme, vi a Tyler. Confusa, volví a mirar por el retrovisor. Su coche seguía en marcha con la
               puerta izquierda abierta. Me incliné dentro de la cabina para bajar la ventanilla. Estaba helado
               hasta el tuétano. Abrí el cristal hasta la mitad y me detuve.
                     —Lo siento,  Tyler  —seguía sorprendida,  ya que resultaba evidente que no era culpa
               mía——. El coche de los Cullen me tiene atrapada.
                     —Oh, lo sé. Sólo quería preguntarte algo mientras estábamos aquí bloqueados.
                     Esbozó una amplia sonrisa. No podía ser cierto.
                     — ¿Me vas a pedir que te acompañe al baile de primavera? —continuó.
                     —No voy a estar en el pueblo, Tyler.
                     Mi voz sonó un poquito cortante. Intenté recordar que no era culpa suya que Mike y
               Eric ya hubieran colmado el vaso de mi paciencia por aquel día.
                     —Ya, eso me dijo Mike —admitió.
                     —Entonces, ¿por qué...?
                     Se encogió de hombros.
                     —Tenía la esperanza de que fuera una forma de suavizarle las calabazas.
                     Vale, eso era totalmente culpa suya.
                     —Lo siento, Tyler —repliqué mientras intentaba esconder mi irritación—, pero me voy
               de verdad.
                     —Está bien. Aún nos queda el baile de fin de curso.
                     Caminó  de  vuelta  a  su  coche  antes  de  que  pudiera  responderle.  Supe  que  mi  rostro
               reflejaba  la  sorpresa.  Miré  hacia  delante  y  observé  a  Alice,  Rosalie,  Emmett  y  Jasper
               dirigiéndose  al  Volvo.  Edward  no  me  quitaba  el  ojo  de  encima  por  el  espejo  retrovisor.
               Resultaba evidente que se estaba partiendo de risa, como si lo hubiera escuchado todo. Estiré
               el pie hacia el acelerador, un golpecito no heriría a nadie, sólo rayaría el reluciente esmalte de
               la carrocería. Aceleré el motor en punto muerto.
                     Pero ya habían entrado los cuatro y Edward se alejaba a toda velocidad. Regresé a casa
               conduciendo despacio y con precaución, sin dejar de hablar para mí misma todo el camino.
                     Al llegar, decidí hacer enchiladas de pollo para cenar. Era un plato laborioso que me
               mantendría ocupada. El teléfono sonó mientras cocía a fuego lento las cebollas y los chiles.
               Casi no me atrevía a contestar, pero podían ser mamá o Charlie.
                     Era Jessica, que estaba exultante. Mike la había alcanzado después de clase para aceptar
               la invitación. Lo celebré con ella durante unos instantes mientras removía la comida. Jessica




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