Page 36 - Crepusculo 1
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LAS INVITACIONES.

                     En mi sueño reinaba una oscuridad muy densa, y aquella luz mortecina parecía proceder
               de la piel de Edward. No podía verle el rostro, sólo la espalda, mientras se alejaba de mi lado,
               dejándome sumida en la negrura. No lograba alcanzarlo por más que corriera; no se volvía por
               muy  fuertemente  que  le  llamara.  Apenada,  me  desperté  en  medio  de  la  noche  y  no  pude
               volver a conciliar  el  sueño durante un tiempo  que se me hizo eterno. Después de aquello,
               estuvo en mis sueños casi todas las noches, pero siempre en la distancia, nunca a mi alcance.
                     El mes siguiente al accidente fue violento, tenso y, al menos al principio, embarazoso.
                     Para mi desgracia, me convertí en el centro de atención durante el resto de la semana.
               Tyler Crowley se puso insoportable, me seguía a todas partes, obsesionado con compensarme
               de algún modo. Intenté convencerle de que lo único que quería era que olvidara lo ocurrido,
               sobre todo  porque no me había sucedido nada,  pero continuó insistiendo. Me seguía entre
               clase y clase y en el almuerzo se sentaba a nuestra mesa, ahora muy concurrida. Mike y Eric
               se comportaban con él de forma bastante más hostil que entre ellos mismos, lo cual me llevó a
               considerar la posibilidad de que hubiera conseguido otro admirador no deseado.
                     Nadie pareció preocuparse de Edward, aunque expliqué una y otra vez que el héroe era
               él,  que me había apartado de la trayectoria de la furgoneta  y que había estado a punto  de
               resultar aplastado. Intenté ser convincente. Jessica, Mike, Eric y todos los demás comentaban
               siempre que no le habían visto hasta que apartaron la furgoneta.
                     Me  preguntaba  por  qué  nadie  más  había  visto  lo  lejos  que  estaba  antes  de  que  me
               salvara la vida de un modo tan repentino como imposible. Con disgusto, comprendí que la
               causa más probable era que nadie estaba tan pendiente de Edward como yo. Nadie más le
               miraba de la forma en que yo lo hacía. ¡Lamentable!
                     Edward jamás se vio rodeado de espectadores curiosos que desearan oír la historia de
               primera mano. La gente lo evitaba como de costumbre. Los Cullen y los Hale se sentaban en
               la  misma  mesa,  como  siempre,  sin  comer,  hablando  sólo  entre  sí.  Ninguno  de  ellos,  y  él
               menos, me miró ni una sola vez.
                     Cuando se sentaba a mi lado en clase, tan lejos de mí como se lo permitía la mesa, no
               parecía ser consciente de mi presencia. Sólo de forma ocasional, cuando cerraba los puños de
               repente, con la piel, tensa sobre los nudillos, aún más blanca, me preguntaba si realmente me
               ignoraba tanto como aparentaba.
                     Deseaba no haberme apartado del  camino de la furgoneta de Tyler. Esa era la única
               conclusión a la que podía llegar.
                     Tenía mucho interés en  hablar  con él,  y lo  intenté al  día siguiente del accidente.  La
               última vez que le vi, fuera de la sala de urgencias, los dos estábamos demasiado furiosos. Yo
               seguía enfadada porque no me confiaba la verdad a pesar de que había cumplido al pie de la
               letra mi parte del trato. Pero lo cierto es que me había salvado la vida, sin importar cómo lo
               hiciera,  y  de  noche,  el  calor  de  mi  ira  se  desvaneció  para  convertirse  en  una  respetuosa
               gratitud.
                     Ya estaba sentado cuando entré en Biología, mirando al frente. Me senté, esperando que
               se girara hacia mí. No dio señales de haberse percatado de mi presencia.
                     —Hola, Edward —dije en tono agradable para demostrarle que iba a comportarme.
                     Ladeó la cabeza levemente hacia mí sin mirarme, asintió una vez y miró en la dirección
               opuesta.





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