Page 34 - Crepusculo 1
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—Entonces, ¿qué importa?
                      —Me importa a mí  —insistí—. No me gusta  mentir, por eso  quiero tener un buen
               motivo para hacerlo.
                      — ¿Es que no me lo puedes agradecer y punto?
                      —Gracias.
                      Esperé, furiosa, echando chispas.
                      —No vas a dejarlo correr, ¿verdad?
                      —No.
                      —En tal caso... espero que disfrutes de la decepción.
                      Enfadados, .nos miramos el uno al otro, hasta que al final rompí el silencio intentando
               concentrarme. Corría el peligro de que su rostro, hermoso y lívido, me distrajera. Era como
               intentar apartar la vista de un ángel destructor.
                      — ¿Por qué te molestaste en salvarme? —pregunté con toda la frialdad que pude.
                      Se  hizo  una  pausa  y  durante  un  breve  momento  su  rostro  bellísimo  fue
               inesperadamente vulnerable.
                      —No lo sé —susurró.
                      Entonces me dio la espalda y se marchó.
                      Estaba tan enfadada que necesité unos minutos antes de poder moverme. Cuando pude
               andar, me dirigí lentamente hacia la salida que había al fondo del corredor.
                      La sala de espera superaba mis peores temores. Todos aquellos a quienes conocía en
               Forks  parecían  hallarse  presentes,  y  todos  me  miraban  fijamente.  Charlie  se  acercó  a  toda
               prisa. Levanté las manos.
                      —Estoy perfectamente —le aseguré, hosca. Seguía exasperada y no estaba de humor
               para charlar.
                      — ¿Qué dijo el médico?
                      —El doctor Cullen me ha reconocido, asegura que estoy bien y puedo irme a casa.
                      Suspiré. Mike y Jessica y Eric me esperaban y ahora se estaban acercando.
                      —Vamonos —le urgí.
                      Sin llegar a tocarme, Charlie me rodeó la espalda con un brazo y me condujo a las
               puertas de cristal de la salida. Saludé tímidamente con la mano a mis amigos con la esperanza
               de que comprendieran que no había de qué preocuparse. Fue un gran alivio subirme al coche
               patrulla, era la primera vez que experimentaba esa sensación.
                      Viajábamos  en  silencio.  Estaba  tan  ensimismada  en  mis  cosas  que  apenas  era
               consciente  de  la  presencia  de  Charlie.  Estaba  segura  de  que  esa  actitud  a  la  defensiva  de
               Edward  en  el  pasillo  no  era  sino  la  confirmación  de  unos  sucesos  tan  extraños  que
               difícilmente me hubiera creído de no haberlos visto con mis propios ojos.
                      Cuando llegamos a casa, Charlie habló al fin:
                      —Eh... Esto... Tienes que llamar a Renée.
                      Embargado por la culpa, agachó la cabeza. Me espanté.
                      — ¡Se lo has dicho a mamá!
                      —Lo siento.
                      Al  bajarme,  cerré  la  puerta  del  coche  patrulla  con  un  portazo  más  fuerte  de  lo
               necesario.
                      Mi madre se había puesto histérica, por supuesto. Tuve que asegurarle que estaba bien
               por lo menos treinta veces antes de que se calmara. Me rogó que volviera a casa, olvidando
               que en aquel momento estaba vacía, pero resistir a sus súplicas me resultó mucho más fácil de
               lo  que  pensaba.  El  misterio  que  Edward  representaba  me  consumía;  aún  más,  él  me
               obsesionaba. Tonta. Tonta. Tonta. No tenía tantas ganas de huir de Forks como debiera, como
               hubiera tenido cualquier persona normal y cuerda.






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