Page 32 - Crepusculo 1
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Edward se hallaba  al  pie de mi cama sonriendo con suficiencia.  Le  fulminé con la
               mirada. No resultaba fácil... Hubiera resultado más natural comérselo con los ojos.
                      —Oye, Edward, lo siento mucho... —empezó Tyler.
                      El interpelado alzó la mano para hacerle callar.
                      —No hay  culpa sin  sangre  —le dijo  con una sonrisa que dejó  entrever sus  dientes
               deslumbrantes. Se sentó  en el  borde de la cama de Tyler, me miró  y volvió a sonreír con
               suficiencia.
                      — ¿Bueno, cuál es el diagnóstico?
                      —No me pasa nada, pero no me dejan marcharme —me quejé—. ¿Por qué no te han
               atado a una camilla como a nosotros?
                      —Tengo enchufe —respondió—, pero no te preocupes, voy a liberarte.
                      Entonces entró un doctor y me quedé boquiabierta. Era joven, rubio y más guapo que
               cualquier estrella de cine, aunque estaba pálido y ojeroso; se le notaba cansado. A tenor de lo
               que me había dicho Charlie, ése debía de ser el padre de Edward.
                      —Bueno,  señorita  Swan  —dijo  el  doctor  Cullen  con  una  voz  marcadamente
               seductora—, ¿cómo se encuentra?
                      —Estoy bien —repetí, ojala fuera por última vez.
                      Se dirigió hacia la mesa de luz vertical de la pared y la encendió.
                      —Las radiografías son buenas —dijo—. ¿Le duele la cabeza? Edward me ha dicho
               que se dio un golpe bastante fuerte.
                      —Estoy perfectamente —repetí con un suspiro mientras lanzaba una rápida mirada de
               enojo a Edward.
                      El médico me examinó la cabeza con sus fríos dedos. Se percató cuando esbocé un
               gesto de dolor.
                      — ¿Le duele? —preguntó.
                      —No mucho.
                      Había tenido jaquecas peores.
                      Oí  una  risita,  busqué  a  Edward  con  la  mirada  y  vi  su  sonrisa  condescendiente.
               Entrecerré los ojos con rabia.
                      —De acuerdo, su padre se encuentra en la sala de espera. Se puede ir a casa con él,
               pero debe regresar rápidamente si siente mareos o algún trastorno de visión.
                      — ¿No puedo ir a la escuela? —inquirí al imaginarme los intentos de Charlie por ser
               atento.
                      —Hoy debería tomarse las cosas con calma.
                      Fulminé a Edward con la mirada.
                      — ¿Puede él ir a la escuela?
                      —Alguien  ha  de  darles  la  buena  nueva  de  que  hemos  sobrevivido  —dijo  con
               suficiencia.
                      —En  realidad  —le  corrigió  el  doctor  Cullen—  parece  que  la  mayoría  de  los
               estudiantes están en la sala de espera.
                      — ¡Oh, no! —gemí, cubriéndome el rostro con las manos.
                      El doctor Cullen enarcó las cejas.
                      — ¿Quiere quedarse aquí?
                      — ¡No, no! —insistí al tiempo que sacaba las piernas por el borde de la camilla y me
               levantaba con prisa, con demasiada prisa, porque me tambaleé y el doctor Cullen me sostuvo.
               Parecía preocupado.
                      —Me encuentro bien —volví a asegurarle. No merecía la pena explicarle que mi falta
               de equilibrio no tenía nada que ver con el golpe en la cabeza.
                      —Tome unas pastillas de Tylenol contra el dolor —sugirió mientras me sujetaba.
                      —No me duele mucho —insistí.




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