Page 31 - Crepusculo 1
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Cuando  me  alejaron  del  coche  en  camilla,  había  visto  una  abolladura  profunda  en  el
               parachoques del coche marrón. Encajaba a la perfección con el contorno de los hombros de
               Edward, como si se hubiera apoyado contra el vehículo con fuerza suficiente para dañar el
               bastidor metálico.
                      Y  luego  estaba  la  familia  de  Edward,  que  nos  miraba  a  lo  lejos  con  una  gama  de
               expresiones  que  iban  desde  la  reprobación  hasta  la  ira,  pero  no  había  el  menor  atisbo  de
               preocupación por la integridad de su hermano.
                      Intenté hallar una solución lógica que explicara lo que acababa de ver, una explicación
               que excluyera la posibilidad de que hubiera enloquecido.
                      La policía escoltó a la ambulancia hasta el hospital del condado, por descontado. Me
               sentí ridícula todo el tiempo que tardaron en bajarme, y ver a Edward cruzar majestuosamente
               las puertas del hospital por su propio pie empeoraba las cosas. Me rechinaron los dientes.
                      Me condujeron hasta la sala de urgencias, una gran habitación con una hilera de camas
               separadas  por  cortinas  de  colores  claros.  Una  enfermera  me  tomó  la  tensión  y  puso  un
               termómetro  debajo  de  mi  lengua.  Dado  que  nadie  se  molestó  en  correr  las  cortinas  para
               concederme un poco de intimidad, decidí que no estaba obligada a llevar aquel feo collarín
               por más tiempo. En cuanto se fue la enfermera, desabroché el velero rápidamente y lo tiré
               debajo de la cama.
                      Se produjo una nueva conmoción entre el personal del hospital. Trajeron otra camilla
               hacia la cama contigua a la mía. Reconocí a Tyler Crowley, de mi clase de Historia, debajo de
               los vendajes ensangrentados que le envolvían la cabeza. Tenía un aspecto cien veces peor que
               el mío, pero me miró con ansiedad.
                      — ¡Bella, lo siento mucho!
                      —Estoy bien, Tyler, pero tú tienes un aspecto horrible. ¿Cómo te encuentras?
                      Las  enfermeras  empezaron  a  desenrollarle  los  vendajes  manchados  mientras
               hablábamos,  y  quedó  al  descubierto  una  miríada  de  cortes  por  toda  la  frente  y  la  mejilla
               izquierda.
                      Tyler no prestó atención a mis palabras.
                      — ¡Pensé que te iba a matar! Iba a demasiada velocidad y entré mal en el hielo...
                      Hizo una mueca cuando una enfermera empezó a limpiarle la cara.
                      —No te preocupes; no me alcanzaste.
                      — ¿Cómo te apartaste tan rápido? Estabas allí y luego desapareciste.
                      —Pues... Edward me empujó para apartarme de la trayectoria de la camioneta.
                      Parecía confuso.
                      — ¿Quién?
                      —Edward Cullen. Estaba a mi lado.
                      Siempre se me había dado muy mal mentir. No sonaba nada convincente.
                      — ¿Cullen? No lo vi... ¡Vaya, todo ocurrió muy deprisa! ¿Está bien?
                      —Supongo  que  sí.  Anda  por  aquí  cerca,  pero  a  él  no  le  obligaron  a  utilizar  una
               camilla.
                      Sabía no que no estaba loca. En ese caso, ¿qué había ocurrido? No había forma de
               encontrar una explicación convincente para lo que había visto.
                      Luego me llevaron en silla de ruedas para sacar una placa de mi cabeza. Les dije que
               no tenía heridas, y estaba en lo cierto. Ni una contusión. Pregunté si podía marcharme, pero la
               enfermera me dijo que primero debía hablar con el doctor, por lo que quedé atrapada en la
               sala de urgencias mientras Tyler me acosaba con sus continuas disculpas. Siguió torturándose
               por mucho que intenté convencerle de que me encontraba perfectamente. Al final, cerré los
               ojos y le ignoré, aunque continuó murmurando palabras de remordimiento.
                      — ¿Estará durmiendo? —preguntó una voz musical. Abrí los ojos de inmediato.






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