Page 41 - Crepusculo 1
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debía  colgar,  ya  que  quería  telefonear  a  Angela  y  a  Lauren  para  decírselo.  Le  sugerí  por
               «casualidad» que quizás Angela, la chica tímida que iba a Biología conmigo, se lo podía pedir
               a Eric. Y Lauren, una estirada que me ignoraba durante el almuerzo, se lo podía pedir a Tyler;
               tenía entendido que estaba disponible. Jess pensó que era una gran idea. De hecho, ahora que
               tenía seguro a Mike, sonó sincera cuando dijo que deseaba que fuera al baile. Le mencioné el
               pretexto del viaje a Seattle.
                     Después de colgar, intenté concentrarme en la cocina, sobre todo al cortar el pollo. No
               me apetecía hacer otro viaje a urgencias. Pero la cabeza me daba vueltas de tanto analizar
               cada palabra que hoy había pronunciado Edward. ¿A qué se refería con que era mejor que no
               fuéramos amigos?
                     Sentí  un  retortijón  en  el  estómago  cuando  comprendí  el  significado.  Debía  de  haber
               visto cuánto me obsesionaba y no quería darme esperanzas, por lo que no podíamos siquiera
               ser amigos. ..., porque él no estaba nada interesado en mí.
                     Naturalmente que no le interesaba, pensé con enfado mientras me lloraban los ojos —
               reacción provocada por las cebollas—. Yo no era interesante y él sí. Interesante... y brillante,
               misterioso, perfecto..., y guapo, y posiblemente capaz de levantar una furgoneta con una sola
               mano.
                     Vale, de acuerdo. Podía dejarle tranquilo. Le dejaría solo. Soportaría la sentencia que
               me  había  impuesto  a  mí  misma  aquí,  en  el  purgatorio;  luego,  si  Dios  quería,  alguna
               universidad del sudeste, o tal vez Hawai, me ofrecería una beca. Concentré la mente en playas
               soleadas y palmeras mientras terminaba las enchiladas y las metía en el horno.
                     Charlie parecía receloso cuando percibió el aroma a pimientos verdes al llegar a casa.
               No le podía culpar, la comida mexicana comestible más cercana se encontraba probablemente
               al sur de California. Pero era un poli, aunque fuera en aquel pequeño pueblecito, de modo que
               tuvo suficientes redaños para tomar el primer bocado. Pareció gustarle. Resultaba divertido
               comprobar lo despacio que empezaba a confiar en mí en los asuntos culinarios. Cuando estaba
               a punto de acabar, le pregunté:
                     — ¿Papá?
                     — ¿Sí?
                     —Esto... Quería que supieras que voy a ir a Seattle el sábado de la semana que viene...,
               si te parece bien.
                     No le pedí permiso, era sentar un mal precedente, pero me sentí maleducada. Intenté
               arreglarlo con ese fin de frase.
                     — ¿Por qué?
                     Parecía  sorprendido,  como  si  fuera  incapaz  de  imaginar  algo  que  Forks  no  pudiera
               ofrecer.
                     —Bueno, quiero conseguir algunos libros porque la librería local es bastante pequeña, y
               tal vez mire algo de ropa.
                     Tenía  más  dinero  del  habitual,  ya  que  no  había  tenido  que  pagar  el  coche  gracias  a
               Charlie, aunque me dejaba un buen pellizco en las gasolineras.
                     —Lo  más  probable  es  que  el  monovolumen  consuma  mucha  gasolina  —apuntó,
               haciéndose eco de mis pensamientos.
                     —Lo sé. Pararé en Montessano y Olympia, y en Tacorna si fuera necesario.
                     — ¿Vas a ir tú sola? —preguntó. No sabía si sospechaba que tenía un novio secreto o si
               se preocupaba por el tema del coche.
                     —Sí.
                     —Seattle es una ciudad muy grande, te podrías perder —señaló preocupado.
                     —Papá,  Phoenix  es  cinco  veces  más  grande  que  Seattle  y  sé  leer  un  mapa,  no  te
               preocupes.
                     — ¿No quieres que te acompañe?




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