Page 45 - Crepusculo 1
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GRUPO SANGUINEO
Me dirigí a clase de Lengua aún en las nubes, tal era así que al entrar ni siquiera me di
cuenta de que la clase había comenzado.
—Gracias por venir, señorita Swan —saludó despectivamente el señor Masón.
Me sonrojé de vergüenza y me dirigí rápidamente a mi asiento.
No me di cuenta de que en el pupitre contiguo de siempre se sentaba Mike hasta el final
de la clase. Sentí una punzada de culpabilidad, pero tanto él como Eric se reunieron conmigo
en la puerta como de costumbre, por lo que supuse que me habían perdonado del todo. Mike
parecía volver a ser el mismo mientras caminábamos, hablaba entusiasmado sobre el informe
del tiempo para el fin de semana. La lluvia exigía hacer una acampada más corta, pero aquel
viaje a la playa parecía posible. Simulé interés para maquillar el rechazo de ayer. Resultaría
difícil; fuera como fuera, con suerte, sólo se suavizaría a los cuarenta y muchos años. . Pasé el
resto de la mañana pensando en las musarañas. Resultaba difícil creer que las palabras de
Edward y la forma en que me miraba no fueran fruto de mi imaginación. Tal vez sólo fuese
un sueño muy convincente que confundía con la realidad. Eso parecía más probable que el
que yo le atrajera de veras a cualquier nivel.
Por eso estaba tan impaciente y asustada al entrar en la cafetería con Jessica. Le quería
ver el rostro para verificar si volvía a ser la persona indiferente y fría que había conocido
durante las últimas semanas o, si por algún milagro, de verdad había oído lo que creía haber
oído esa mañana. Jessica cotorreaba sin cesar sobre sus planes para el baile —Lauren y
Angela ya se lo habían pedido a los otros chicos e iban a acudir todos juntos—,
completamente indiferente a mi desinterés.
Un flujo de desencanto recorrió mi ser cuando de forma infalible miré a la mesa de los
Cullen. Los otros cuatro hermanos estaban ahí, pero él se hallaba ausente. ¿Se había ido a
casa? Abatida, me puse a la cola detrás de la parlanchina Jessica. Había perdido el apetito y
sólo compré un botellín de limonada. Únicamente quería sentarme y enfurruñarme.
—Edward Cullen te vuelve a mirar —dijo Jessica; interrumpió mi distracción al
pronunciar su nombre—. Me pregunto por qué se sienta solo hoy.
Volví bruscamente la cabeza y seguí la dirección de su mirada para ver a Edward, con
su sonrisa picara, que me observaba desde una mesa vacía en el extremo opuesto de la
cafetería al que solía sentarse. Una vez atraída mi atención, alzó la mano y movió el dedo
índice para indicarme que lo acompañara. Me guiñó el ojo cuando lo miré incrédula.
— ¿Se refiere a ti? —preguntó Jessica con un tono de insultante incredulidad en la voz.
—Puede que necesite ayuda con los deberes de Biología —musité para contentarla—.
Eh, será mejor que vaya a ver qué quiere.
Pude sentir cómo me miraba al alejarme.
Insegura, me quedé de pie detrás de la silla que había enfrente de Edward al llegar a su
mesa.
— ¿Por qué no te sientas hoy conmigo? —me preguntó con una sonrisa.
Lo hice de inmediato, contemplándolo con precaución. Seguía sonriendo. Resultaba
difícil concebir que existiera alguien tan guapo. Temía que desapareciera en medio de una
repentina nube de humo y que yo me despertara. Él debía de esperar que yo comentara algo y
por fin conseguí decir:
—Esto es diferente.
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