Page 48 - Crepusculo 1
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—En ese caso, ¿puedo pedir una respuesta a cambio? —pidió.
                     —Una.
                     —Cuéntame una teoría.
                     ¡Ahí va!
                     —Esa, no.
                     —No hiciste distinción alguna, sólo prometiste una respuesta —me recordó.
                     —Claro, y tú no has roto ninguna promesa —le recordé a mi vez.
                     —Sólo una teoría... No me reiré.
                     —Sí lo harás.
                     Estaba segura de ello. Bajó la vista y luego me miró con aquellos ardientes ojos ocres a
               través de sus largas pestañas negras.
                     —Por favor —respiró al tiempo que se inclinaba hacia mí.
                     Parpadeé con la mente en blanco. ¡Cielo santo! ¿Cómo lo conseguía?
                     —Eh... ¿Qué?—pregunté, deslumbrada.
                     —Cuéntame sólo una de tus pequeñas teorías, por favor.
                     Su  mirada  aún  me  abrasaba.  ¿También  era  un  hipnotizador?  ¿O  era  yo  una  incauta
               irremediable?
                     —Pues... Eh... ¿Te mordió una araña radiactiva?
                     —Eso no es muy imaginativo.
                     —Lo siento, es todo lo que tengo —contesté, ofendida.
                     —Ni siquiera te has acercado —dijo con fastidio.
                     — ¿Nada de arañas?
                     —No.
                     — ¿Ni un poquito de radiactividad?
                     —Nada.
                     —Maldición —suspiré.
                     —Tampoco me afecta la kriptonita —se rió entre dientes.
                     —Se suponía que no te ibas a reír, ¿te acuerdas?
                     Hizo un esfuerzo por recobrar la compostura.
                     —Con el tiempo, lo voy a averiguar —le advertí.
                     —Desearía que no lo intentaras —dijo, de nuevo con gesto serio.
                     — ¿Por...?
                     —  ¿Qué  pasaría  si  no  fuera  un  superhéroe?  ¿Y  si  fuera  el  chico  malo?  —sonrió
               jovialmente, pero sus ojos eran impenetrables.
                     —Oh, ya veo —dije. Algunas de las cosas que había dicho encajaron de repente.
                     — ¿Sí?
                     De pronto, su rostro se había vuelto adusto, como si temiera haber revelado demasiado
               sin querer.
                     — ¿Eres peligroso?
                     Era una suposición, pero el pulso se me aceleró cuando, de forma instintiva, comprendí
               la verdad de mis  propias palabras.  Lo  era.  Me lo  había intentado decir todo  el  tiempo. Se
               limitó a mirarme, con los ojos rebosantes de alguna emoción que no lograba comprender.
                     —Pero no malo —susurré al tiempo que movía la cabeza—. No, no creo que seas malo.
                     —Te equivocas.
                     Su voz apenas  era audible. Bajó la vista al  tiempo  que me arrebataba  el  tapón de la
               botella y lo hacía girar entre los dedos. Lo contemplé fijamente mientras me preguntaba por
               qué no me asustaba. Hablaba en serio, eso era evidente, pero sólo me sentía ansiosa, con los
               nervios  a  flor  de  piel...  y,  por  encima  de  todo  lo  demás,  fascinada,  como  de  costumbre
               siempre que me encontraba cerca de él.






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