Page 53 - Crepusculo 1
P. 53
Me miró una vez más con la contrariedad escrita en su rostro redondeado y se encorvó
mientras cruzaba lentamente la puerta. Me invadió una oleada de compasión. Sopesé el hecho
de ver su rostro desencantado otra vez en clase de Educación física.
—Gimnasia —gemí.
—Puedo hacerme cargo de eso —no me había percatado de que Edward se había
acercado, pero me habló al oído—. Ve a sentarte e intenta parecer paliducha —murmuró.
Esto no suponía un gran cambio. Siempre estaba pálida, y mi reciente desmayo había
dejado una ligera capa de sudor sobre mi rostro. Me senté en una de las crujientes sillas
plegables acolchadas y descansé la cabeza contra la pared con los ojos cerrados. Los
desmayos siempre me dejaban agotada.
Oí a Edward hablar con voz suave en el mostrador.
— ¿Señora Cope?
— ¿Sí?
No la había oído regresar a su mesa.
—Bella tiene gimnasia la próxima hora y creo que no se encuentra del todo bien. ¿Cree
que podría dispensarla de asistir a esa clase? —su voz era aterciopelada. Pude imaginar lo
convincentes que estaban resultando sus ojos.
—Edward —dijo la señora Cope sin dejar de ir y venir. ¿Por qué no era yo capaz de
hacer lo mismo?—, ¿necesitas también que te dispense a ti?
—No. Tengo clase con la señora Goff. A ella no le importará.
—De acuerdo, no te preocupes de nada. Que te mejores, Bella —me deseó en voz alta.
Asentí débilmente con la cabeza, sobreactuando un poquito.
— ¿Puedes caminar o quieres que te lleve en brazos otra vez?
De espaldas a la recepcionista, su expresión se tornó sarcástica.
—Caminaré.
Me levanté con cuidado, seguía sintiéndome bien. Mantuvo la puerta abierta para mí,
con la amabilidad en los labios y la burla en los ojos. Salí hacia la fría llovizna que empezaba
a caer. Agradecí que se llevara el sudor pegajoso de mi rostro. Era la primera vez que
disfrutaba de la perenne humedad que emanaba del cielo.
—Gracias —le dije cuando me siguió—. Merecía la pena seguir enferma para perderse
la clase de gimnasia.
—Sin duda.
Me miró directamente, con los ojos entornados bajo la lluvia.
—De modo que vas a ir... Este sábado, quiero decir.
Esperaba que él viniera, aunque parecía improbable. No me lo imaginaba poniéndose de
acuerdo con el resto de los chicos del instituto para ir en coche a algún sitio. No pertenecía al
mismo mundo, pero la sola esperanza de que pudiera suceder me dio la primera punzada de
entusiasmo que había sentido por ir a la excursión.
— ¿Adonde vais a ir exactamente? —seguía mirando al frente, inexpresivo.
—A La Push, al puerto.
Estudié su rostro, intentando leer en el mismo. Sus ojos parecieron entrecerrarse un
poco más. Me lanzó una mirada con el rabillo del ojo y sonrió secamente.
—En verdad, no creo que me hayan invitado.
Suspiré.
—Acabo de invitarte.
—No avasallemos más entre los dos al pobre Mike esta semana, no sea que se vaya a
romper.
Sus ojos centellearon. Disfrutaba de la idea más de lo normal.
—El blandengue de Mike... —murmuré, preocupada por la forma en que había dicho
«entre los dos». Me gustaba más de lo conveniente.
— 53 —