Page 43 - Crepusculo 1
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—Quería pedirte algo, pero me desviaste del tema —volvió a reír entre dientes. Parecía
               haber recuperado el buen humor.
                     — ¿Tienes un trastorno de personalidad múltiple? —le pregunté con acritud.
                     —Y lo vuelves a hacer.
                     Suspiré.
                     —Vale, entonces, ¿qué me querías pedir?
                     —Me  preguntaba  si  el  sábado  de  la  próxima  semana,  ya  sabes,  el  día  del  baile  de
               primavera...
                     — ¿Intentas ser gracioso? —lo interrumpí, girándome hacia él.
                     Mi rostro se empapó cuando alcé la cabeza para mirarle. En sus ojos había una perversa
               diversión.
                     —Por favor, ¿vas a dejarme terminar?
                     Me mordí el labio y junté las manos, entrelazando los dedos, para no cometer ninguna
               imprudencia.
                     —Te he escuchado decir que vas a ir a Seattle ese día y me preguntaba si querrías dar
               un paseo.
                     Aquello fue totalmente inesperado.
                     — ¿Qué? —no estaba segura de adonde quería llegar.
                     — ¿Quieres dar un paseo hasta Seattle?
                     — ¿Con quién? —pregunté, desconcertada.
                     —Conmigo,  obviamente  —articuló  cada  sílaba  como  si  se  estuviera  dirigiendo  a  un
               discapacitado.
                     Seguía sin salir de mi asombro.
                     — ¿Por qué?
                     —Planeaba ir a Seattle en las próximas semanas y, para ser honesto, no estoy seguro de
               que tu monovolumen lo pueda conseguir.
                     —Mi coche va perfectamente, muchísimas gracias por tu preocupación.
                     Hice ademán de seguir andando, pero estaba demasiado sorprendida para mantener el
               mismo nivel de ira.
                     — ¿Puede llegar gastando un solo depósito de gasolina?
                     Volvió a mantener el ritmo de mis pasos.
                     —No veo que sea de tu incumbencia.
                     Estúpido propietario de un flamante Volvo.
                     —El despilfarro de recursos limitados es asunto de todos.
                     —De verdad, Edward, no te sigo —me recorrió un escalofrío al pronunciar su nombre;
               odié la sensación—. Creía que no querías ser amigo mío.
                     —Dije que sería mejor que no lo fuéramos, no que no lo deseara.
                     —Vaya, gracias, eso lo aclara todo —le repliqué con feroz sarcasmo.
                     Me di  cuenta de que había dejado de andar otra vez. Ahora estábamos  al  abrigo del
               tejado de la cafetería, por lo que podía contemplarle el rostro con mayor comodidad, lo cual,
               desde luego, no me ayudaba a aclarar las ideas.
                     —Sería  más...  prudente  para  ti  que  no  fueras  mi  amiga  —explicó—,  pero  me  he
               cansado de alejarme de ti, Bella.
                     Sus ojos eran de una intensidad deliciosa cuando pronunció con voz seductora aquella
               última frase. Me olvidé hasta de respirar.
                     — ¿Me acompañarás a Seattle? —preguntó con voz todavía vehemente.
                     Aún era incapaz de hablar, por lo que sólo asentí con la cabeza. Sonrió levemente y
               luego su rostro se volvió serio.
                     —Deberías alejarte de mí, de veras —me previno—. Te veré en clase.
                     Se dio la vuelta de forma brusca y desanduvo el camino que habíamos recorrido.




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