Page 92 - Manolito Gafotas
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comprar provisiones para la fastuosa merienda colosal.
        c) A las seis de la tarde, en casa. Los invitados seríamos: mi padre, mi madre,
      la Luisa, el marido de la Luisa, yo y el Imbécil.
        ¡Qué rollo repollo de cumpleaños! Le pregunté a mi madre si se lo decía al
      abuelo de Yihad, pero mi madre se acordó de que mi abuelo había dicho que le
      daba corte invitar a un amigo viejo. Pues nada, sin amigo viejo.
        Antes de salir de la habitación mi madre dijo:
        —Y como me entere de que vuelves a tirar polvorones por la terraza, vas tú
      detrás.
        Ya sabía yo que era imposible entrar a la habitación de mi madre y que no te
      la cargaras por algo. Bueno, había salido sano y salvo, sin cicatrices, no me podía
      quejar.
        Tener  un  secreto  tan  gordo  dentro  de  mi  cerebro  me  ponía  muy  nervioso.
      Había momentos en que me parecía que no me cabía el secreto en la cabeza.
      Por la noche le dije dos o tres veces a mi abuelo cuando nos acostábamos:
        —Abuelo, mañana es tu cumpleaños, pero jamás lo celebraremos.
        Mi  abuelo  decía:  « Pues  bueno» ,  y  cerraba  los  ojos  para  dormirse.  Hay
      veces que parece un terrible hombre impasible.
        Al día siguiente le abrí las tripas a mi cerdo. Mi cerdo es una hucha de barro.
      Generalmente la gente rompe el cerdo cuando tiene la hucha llena; pero como
      yo nunca espero a tenerla llena y siempre quiero abrirla cuando suenan dos o
      tres monedas porque más no aguanto, mi padre le hizo una ranura secreta en la
      barriga y todos tan contentos: ni yo tengo que romper la hucha ni ellos tienen que
      comprarme una cada domingo.
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