Page 256 - Frankenstein
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Pero ya mis sufrimientos estaban llegando a
su fin, y dos meses después me encontraba en
los alrededores de Ginebra.
Llegué al anochecer, y busqué cobijo en los
campos cercanos, para reflexionar sobre el mo-
do de acercarme a ti. Me azotaba el hambre y la
fatiga, y me sentía demasiado desdichado como
para poder disfrutar del suave airecillo vesper-
tino o la perspectiva de la puesta de sol tras los
magníficos montes de jura.
En ese momento un ligero sueño me alivió del
dolor que me infligían mis pensamientos. Me
desperté de repente con la llegada de un her-
moso niño que, con la inocente alegría de la
infancia, entraba corriendo en mi escondrijo. De
pronto, al verlo, me asaltó la idea de que esta
criatura no tendría prejuicios y de que era de-
masiado pequeña como para haber adquirido el
miedo a la deformidad. Por tanto, si lo cogiera,
y lo educara como mi amigo y compañero, ya
no estaría tan solo en este poblado mundo.