Page 294 - Frankenstein
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Continuamos luego hacia Oxford. Al llegar a
la ciudad, rememoramos los sucesos que allí
habían ocurrido hacía más de ciento cincuenta
años. Fue allí donde Carlos I reunió sus tropas.
La ciudad le había permanecido fiel mientras
toda la nación abandonaba su causa y se unía al
estandarte del parlamento y la libertad. El re-
cuerdo de aquel desdichado monarca y de sus
compañeros, el afable Falkland, el orgulloso
Gower, su reina y su hijo, daban un interés es-
pecial a cada rincón de la ciudad, que se supone
debieron habitar. El espíritu de días pasados
tenía aquí su morada y nos deleitaba perseguir
sus huellas. Pero aunque estos sentimientos no
hubieran bastado para satisfacer nuestra imagi-
nación, la ciudad en sí era lo suficientemente
hermosa como para despertar nuestra admira-
ción. La universidad es antigua y pintoresca; las
calles, casi magníficas; y el delicioso Isis, que
corre por entre prados de un exquisito verde, se
ensancha formando un tranquilo remanso de
agua, donde se reflejan el magnífico conjunto