Page 298 - Frankenstein
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dotadas intelectualmente que él. «Podría vivir
aquí ––decía––; y rodeado de estas montañas
apenas si añoraría Suiza o el Rin.»
Pero descubrió que la vida de un viajero in-
cluye muchos pesares entre sus satisfacciones.
El espíritu se encuentra siempre en tensión; y
justo cuando empieza a aclimatarse, se ve obli-
gado a cambiar aquello que le interesa por nue-
vas cosas que atraen su atención y que también
abandonará en favor de otras novedades.
Apenas habíamos visitado los lagos de Cum-
berland y Westmoreland, y comenzado a sentir
afecto por algunos de sus habitantes, cuando
tuvimos que partir, pues se aproximaba la fecha
en que debíamos reunirnos con nuestro amigo
escocés. Yo, personalmente, no lo sentí. Estaba
retrasando el cumplimiento de mi promesa y
temía las consecuencias del enojo de aquel ser
diabólico. Cabía la posibilidad de que se hubie-
ra quedado en Suiza y se vengara en mis fami-
liares. Esta idea me perseguía y me atormenta-
ba durante todos aquellos momentos que de