Page 299 - Frankenstein
P. 299

otra manera me hubieran proporcionado paz y
   tranquilidad. Esperaba las cartas de mi familia
   con febril impaciencia; si se retrasaban, me dis-
   gustaba y me atenazaban mil temores; y cuando
   llegaban, y reconocía la letra de Elizabeth o de
   mi padre, apenas me atrevía a leerlas. A veces
   imaginaba que el bellaco me perseguía, y que
   quizá pretendiera acelerar mi indolencia asesi-
   nando a mi compañero. Cuando me venían
   estos pensamientos, permanecía al lado de
   Henry constantemente, lo seguía como si fuera
   su sombra para protegerlo de la imaginada fu-
   ria de su destructor. Me sentía como si yo mis-
   mo hubiera cometido algún tremendo crimen,
   cuyo remordimiento me obsesionaba. Me sabía
   inocente, pero no obstante había atraído una
   maldición  sobre  mí,  tan  fatal  como  la  de  un
   crimen.
     Visité Edimburgo con espíritu distraído; y, sin
   embargo, esa ciudad hubiera despertado el in-
   terés del ser más apático. A Clerval no le gustó
   tanto como Oxford, pues le había atraído mu-
   294   295   296   297   298   299   300   301   302   303   304