Page 28 - veinte mil leguas de viaje submarino
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Si es que está de humor para escucharle, señor Land dije con un tono de escasa
convicción.
Que pueda yo acercarme a cuatro largos de arpón re-plicó el canadiense y verá usted
si se siente obligado a escu-charme.
Para acercarse a él dijo el comandante supongo que tendré que poner una ballenera a
su disposición.
Claro está.
Lo que significará poner en juego la vida de mis hom-bres.
Y la mía respondió el arponero, con la mayor simplici-dad.
Hacia las dos de la mañana reapareció con no menor in-tensidad el foco luminoso, a unas
cinco millas a barlovento del Abraham Lincoln. A pesar de la distancia y de los rui-dos del
viento y del mar, se oían claramente los formidables coletazos del animal y hasta su
jadeante y poderosa respira-ción. Se diría que en el momento en que el enorme narval
as-cendía a la superficie del océano para respirar, el aire se pre-cipitaba en sus pulmones
como el vapor en los vastos cilindros de una máquina de dos mil caballos.
«¡Hum!, una ballena con la fuerza de un regimiento de ca-ballería sería ya una señora
ballena», pensé.
Permanecimos alertas hasta el alba. Se iniciaron los pre-parativos de combate. Se
dispusieron los aparejos de pesca a lo largo de las bordas. El segundo de a bordo hizo
cargar las piezas que lanzan un arpón a una distancia de una milla y las que disparan balas
explosivas cuyas heridas son morta-les hasta para los más poderosos animales. Ned Land se
ha-bía limitado a aguzar su arpón, que en sus manos se conver-tia en un arma terrible.
A las seis comenzó a despuntar el día, y con las primeras luces del alba desapareció el
resplandor eléctrico del narval. A las siete era ya de día, pero una bruma matinal muy
espe-sa, impenetrable para los mejores catalejos, limitaba consi-derablemente el horizonte,
ante la cólera y la decepción de todos.
Subí hasta la cofa de mesana. Algunos oficiales estaban ya encaramados en lo alto de los
mástiles.
De repente, y al igual que en la víspera, se oyó la voz de Ned Land:
¡La cosa en cuestión por babor, atrás!
Todas las miradas convergieron en la dirección indicada. A una milla y media de la fragata,
un largo cuerpo negruzco emergía de las aguas en un metro, aproximadamente. Su cola,
violentamente agitada, producía un considerable re-molino. Jamás aparato caudal alguno