Page 324 - veinte mil leguas de viaje submarino
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No había acabado de hablar cuando se produjo un fuerte chasquido. Desprendidas las
tuercas, el bote, arrancado de su alvéolo, salió lanzado como la piedra de una honda hacia
el torbellino.
Me di un golpe en la cabeza con una cuaderna de hierro y, bajo este violento choque, perdí
el conocimiento.
23. Conclusión
Así concluyó este viaje bajo los mares. Imposible me es decir lo que ocurrió aquella noche,
cómo el bote pudo esca-par al formidable torbellino del Maelström, cómo Ned Land,
Conseil y yo salimos del abismo. Cuando volví en mí, me hallé acostado en la cabaña de un
pescador de las islas Lofoden. Mis dos compañeros, sanos y salvos, estaban junto a mí y me
estrechaban las manos. Efusivamente, nos abrazamos.
En estos momentos no podemos todavía regresar a Fran-cia. Son raros los medios de
comunicación entre el norte y el sur de Noruega. Me veo, pues, forzado a esperar el paso
del vapor que asegura el servicio bimensual del cabo Norte.
Es, pues, aquí, en medio de estas buenas gentes que nos han recogido, donde reviso el
relato de estas aventuras. Es exacto. Ni un solo hecho ha sido omitido, ni un detalle ha sido
exagerado. Es la fiel narración de esta inverosímil expe-dición bajo un elemento inaccesible
al hombre, y cuyas rutas hará libres algún día el progreso.
¿Se me creerá? No lo sé. Poco importa, después de todo. Lo que yo puedo afirmar ahora es
mi derecho a hablar de es-tos mares bajo los que, en menos de diez meses, he recorri-do
veinte mil leguas; de esta vuelta al mundo submarino que me ha revelado tantas maravillas
a través del Pacífico, del índico, del mar Rojo, del Mediterráneo, del Atlántico y de los
mares australes y boreales.
¿Qué habrá sido del Nautilus? ¿Resistió al abrazo del Maelström? ¿Vivirá todavía el
capitán Nemo? ¿Proseguirá bajo el océano sus terribles represalias o les puso fin con esa
última hecatombe? ¿Nos restituirán las olas algún día ese manuscrito que encierra la
historia de su vida? ¿Conoceré, al fin, el nombre de este hombre? ¿Nos dirá el buque
desapare-cido, por su nacionalidad, cuál es la nacionalidad del capitán Nemo?
Yo lo espero. Espero también que su potente aparato haya vencido al mar en su más terrible
abismo, que el Nautilus haya sobrevivido allí donde tantos navíos han perecido. Si así es, si
el capitán Nemo habita todavía el océano, su patria adoptiva, ¡ojalá pueda el odio
apaciguarse en su feroz cora-zón! ¡Que la contemplación de tantas maravillas apague en él
el espíritu de venganza! ¡Que el justiciero se borre en él y que el sabio continúe la pacifica