Page 169 - La Ilíada
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Púsolo en las manos de Hera, y pronunció estas palabras:


                   219 —Toma y esconde en tu seno el bordado ceñidor donde todo se halla.
               Yo te aseguro que no volverás sin haber logrado lo que tu corazón desea.

                   222 Así dijo. Sonrióse Hera veneranda, la de ojos de novilla; y, sonriente
               aún, escondió el ceñidor en el seno.

                   224 Afrodita, hija de Zeus, volvió a su morada y Hera dejó en raudo vuelo
               la cima del Olimpo, y, pasando por la Pieria y la deleitosa Ematia, salvó las

               altas y nevadas cumbres de las montañas donde viven los jinetes tracios, sin
               que sus pies tocaran la tierra descendió por el Atos al fluctuoso ponto y llegó a
               Lemnos, ciudad del divino Toante. Allí se encontró con el Sueño, hermano de
               la Muerte, y, asiéndole de la diestra, le dijo estas palabras:

                   233 —¡Sueño, rey de todos los dioses y de todos los hombres! Si en otra
               ocasión  escuchaste  mi  voz,  obedéceme  también  ahora,  y  mi  gratitud  será
               perenne.  Adormece  los  brillantes  ojos  de  Zeus  debajo  de  sus  párpados,  tan

               pronto como, vencido por el amor, se acueste conmigo. Te daré como premio
               un trono hermoso, incorruptible, de oro; y mi hijo Hefesto, el cojo de ambos
               pies, te hará un escabel que te sirva para apoyar las nítidas plantas, cuando
               asistas a los festines.

                   242 Respondióle el dulce Sueño:

                   243  —¡Hera,  venerable  diosa,  hija  del  gran  Crono!  Fácilmente

               adormecería a cualquier otro de los sempiternos dioses y aun a las corrientes
               del  río  Océano,  del  cual  son  oriundos  todos,  pero  no  me  acercaré  ni
               adormeceré a Zeus Cronión, si él no lo manda. Me hizo cuerdo tu mandato el
               día  en  que  el  muy  animoso  hijo  de  Zeus  se  embarcó  en  Ilio,  después  de
               destruir la ciudad troyana. Entonces sumí en grato sopor la mente de Zeus, que
               lleva la égida, difundiéndome suave en torno suyo; y tú, que intentabas causar
               daño  a  Heracles,  conseguiste  que  los  vientos  impetuosos  soplaran  sobre  el

               ponto y lo llevaran a la populosa Cos, lejos de sus amigos. Zeus despertó y
               encendióse en ira: maltrataba a los dioses en el palacio, me buscaba a mí, y me
               hubiera  hecho  desaparecer,  arrojándome  del  éter  al  ponto,  si  la  Noche,  que
               rinde a los dioses y a los hombres, no me hubiese salvado; lleguéme a ella
               huyendo, y aquél se contuvo, aunque irritado, porque temió hacer algo que a la

               rápida  Noche  desagradara.  Y  ahora  me  mandas  realizar  otra  cosa
               peligrosísima.

                   263 Respondióle Hera veneranda, la de ojos de novilla:

                   264 —Oh Sueño, ¿por qué en la mente revuelves tales cosas? ¿Crees que
               el largovidente Zeus favorecerá tanto a los troyanos, como en la época en que
               se irritó protegía a su hijo Heracles? Ea, ve y prometo darte, para que te cases
               con ella y lleve el nombre de esposa tuya, la más joven de las Gracias [Pasitea,
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