Page 170 - La Ilíada
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de la cual estás deseoso todos los días].
270 Así habló. Alegróse el Sueño, y respondió diciendo:
271 —Ea, jura por el agua inviolable de la Éstige, tocando con una mano
la fértil tierra y con la otra el brillante mar, para que sean testigos los dioses de
debajo de la tierra que están con Crono, que me darás la más joven de las
Gracias, Pasitea, de la cual estoy deseoso todos los días.
277 Así dijo. No desobedeció Hera, la diosa de los níveos brazos, y juró,
como se le pedía, nombrando a todos los dioses subtartáreos, llamados
Titanes. Prestado el juramento, partieron ocultos en una nube, dejaron atrás a
Lemnos y la ciudad de Imbros, y siguiendo con rapidez el camino llegaron a
Lecto, en el Ida, abundante en manantiales y criador de fieras; allí pasaron del
mar a tierra firme, y anduvieron haciendo estremecer debajo de sus pies la
cima de los árboles de la selva. Detúvose el Sueño antes que los ojos de Zeus
pudieran verlo, y, encaramándose en un abeto altísimo que había nacido en el
Ida y por el aire llegaba al éter, se ocultó entre las ramas como la montaraz ave
canora llamada por los dioses calcis y por los hombres cymindis.
292 Hera subió ligera al Gárgaro, la cumbre más alta del Ida; Zeus, que
amontona las nubes, la vio venir; y apenas la distinguió, enseñoreóse de su
prudente espíritu el mismo deseo que, cuando gozaron las primicias del amor,
acostándose a escondidas de sus padres. Y así que la tuvo delante, le habló
diciendo:
298 —¡Hera! ¿Adónde vas, que tan presurosa vienes del Olimpo, sin los
caballos y el carro que podrían conducirte?
300 Respondióle dolosamente la venerable Hera:
301 —Voy a los confines de la fértil tierra, a ver a Océano, origen de los
dioses, y a la madre Tetis, que me recibieron de manos de Rea y me criaron y
educaron en su palacio. Iré a visitarlos para dar fin a sus rencillas. Tiempo ha
que se privan del amor y del tálamo, porque la cólera invadió sus corazones.
Tengo al pie del Ida, abundante en manantiales, los corceles que me llevarán
por tierra y por mar, y vengo del Olimpo a participártelo; no fuera que te
irritaras si me encaminase, sin decírtelo, al palacio del Océano, de profunda
corriente.
312 Contestó Zeus, que amontona las nubes:
313 —¡Hera! Allá se puede ir más tarde. Ea, acostémonos y gocemos del
amor. Jamás la pasión por una diosa o por una mujer se difundió por mi pecho,
ni me avasalló como ahora: nunca he amado así, ni a la esposa de Ixión, que
parió a Pintoo consejero igual a los dioses; ni a Dánae Acrisiona, la de bellos
talones, que dio a luz a Perseo, el más ilustre de los hombres; ni a la celebrada