Page 116 - Matilda
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La casa de la
señorita Honey
L A señorita Honey se reunió con Matilda fuera de la escuela y las dos
anduvieron en silencio por la calle Mayor del pueblo. Pasaron por delante de
la frutería, con su escaparate lleno de manzanas y naranjas; de la carnicería, con
su exhibición de carne sanguinolenta y pollos desplumados colgados; del pequeño
banco y de la tienda de ultramarinos y de la tienda de material eléctrico, y
llegaron al otro lado del pueblo, a la estrecha carretera rural donde ya no había
gente y muy pocos coches.
Ahora que estaban solas, Matilda se volvió repentinamente muy
comunicativa. Parecía como si hubiera estallado una válvula dentro de ella y
estuviera liberándose un torrente de energía. Correteaba junto a la señorita
Honey dando pequeños saltitos y extendía los dedos como si quisiera dispersarlos
a los cuatro vientos y sus palabras salían como fuegos artificiales, a una terrible
velocidad. « Era señorita Honey esto y señorita Honey lo otro y, mire señorita
Honey, creo honradamente que puedo mover casi todo en el mundo, no sólo
volcar vasos y cosas pequeñas como ésa… creo que podría volcar mesas y sillas,
señorita Honey… Incluso cuando hay gente sentada en las sillas, creo que podría
volcarlas, y cosas mayores también, cosas mucho mayores que sillas y mesas…
Sólo necesito disponer de un momento para concentrar la fuerza en los ojos y
entonces puedo lanzar esta fuerza a cualquier cosa, en tanto la mire fijamente…
Tengo que mirarla muy fijamente, señorita Honey, muy, muy fijamente y
entonces noto que todo eso sucede dentro de mis ojos, y los ojos se calientan
como si estuvieran ardiendo, pero eso no me importa lo más mínimo, señorita
Honey…» .